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Paysandú, Domingo 22 de Mayo de 2016

Tras el cierre del zoológico ¿qué camino habrá que tomar?

Opinion | 22 May El cierre definitivo del Zoológico Municipal pone en el tapete un tema que aunque tiene mucha exposición pública no está debidamente debatido y considerado, como es el de los derechos de los animales.
Las organizaciones defensoras de los animales en el país han demostrado un muy fuerte poder político, lideradas por la que tiene mayor exposición pública, Animales Sin Hogar, no solamente por haber logrado el cierre del zoológico en Paysandú sino por otros hechos, como la liberación del gato montés en Durazno, el envío de grandes mamíferos a santuarios para animales y otras acciones que lograron sus objetivos.
Hace cientos de años que hay grupos que luchan por un trato más justo a los animales. En el siglo XVIII, el filósofo inglés Jeremy Bentham postuló que los animales por su capacidad de sentir agonía y sufrimiento, independientemente de que tuviesen la capacidad de diferenciar entre “bien” y “mal” (una capacidad que algunos discapacitados síquicos no tienen) deben tener unos derechos fundamentales como el derecho a la vida y a su seguridad, y a estar libres de la tortura y de la esclavitud.
Más adelante, ya en el siglo XX, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, de notable influencia en los movimientos pro animales, estableció una corriente de opinión en su favor, aunque curiosamente vinculó al judaísmo como gestor de “la pretendida carencia de derechos de los animales”. Fue además defensor del antinatalismo, ni más ni menos que la posición contraria la procreación y el nacimiento de nuevos seres humanos. Y ferviente ateo.
Finalmente, en acotado resumen, el filósofo Peter Singer, en los años setenta publicó el libro “Liberación animal”, motor del movimiento por los derechos de los animales.
En el caso de Paysandú, se dieron varios factores para que se produjera el cierre del zoológico. Aunque no se ha expresado con claridad, el factor económico fue el principal. Más allá de la acción de activistas pro animales que sostienen que a los animales acostumbrados a vivir en cautiverio se los debe insertar en el hábitat natural de su especie, aun cuando nunca antes hubieran vivido en él, Don Dinero influyó y mucho. Y por supuesto, cerrar el zoológico es más fácil que pensar en soluciones complicadas.
El clima propicio para el cierre del zoológico no se gestó apenas en los últimos años, a partir del cierre temporal en 2012, sino que debe buscarse mucho antes. Porque la realidad es que el zoológico estuvo abandonado a su suerte muchos años. No había mantenimiento, no se buscaban mejores alternativas para los animales y hasta en buena medida se convirtió en un corral adonde llevar animales que poco tenían que ver, como vacas, caballos y burros. Se consideraba una pesada carga el dinero que debía destinarse a la adecuada alimentación de los animales. Dejó de ser un paseo y quedó, como el propio parque, en estado cataléptico. Esto de ninguna manera implica la defensa de los zoológicos. No obstante, hay que indicar que la sociedad sanducera se mantuvo al margen, tan al margen que el viernes, en el acto de cierre, aun cuando fue en día laboral, la concurrencia no solamente fue exigua, sino que prácticamente solamente compuesta por los representantes de ONG pro animales.
Muy lejos de la actitud de quienes en Costa Rica reunieron 177.000 firmas que pidieron --y obtuvieron-- una ley que prohíbe la caza deportiva y cerrará los zoológicos de todo el país una vez expiren los contratos con los actuales administradores.
Cerrar un zoológico como el de Paysandú, más que un logro de quienes luchan por los derechos de los animales fue la única decisión posible, a la vista del estado en que se encontraba. Una decisión justa, atinada y pertinente.
No obstante, los derechos de los animales no deben quedar en este hecho tan mediático, porque en verdad la cantidad de animales en los zoológicos es exigua en comparación con los miles y miles que necesitan el apoyo real en marco legal y en la consideración de la sociedad. Las ONG hacen su trabajo, pero no debe pensarse que está en manos de ellas el tema.
Es mucho más profundo. Y los propios integrantes de esas organizaciones tienen conductas que contrastan con su lucha. ¿Ninguno de ellos consume carne animal? ¿Por qué no darse una vuelta por los frigoríficos? ¿Por qué no apreciar las condiciones de cría de los pollos para consumo?
Y ¿qué ocurre con la industria de la venta de mascotas? ¿Por qué ninguna organización pro derecho de los animales hace una campaña significativa en ese sentido? Más profundo aún, ¿realmente podemos tener en nuestras casas animales como mascotas para nuestro goce? Y finalmente, ¿está todo tan mal y los seres humanos tenemos que volvernos veganos, y llegar hasta sacrificar la vida humana –sin valor para muchos “animalistas”-- para proteger una mascota o perro callejero? Es cierto, en muchas casas hay perros atados con una cuerda, que pasan sus días en un entorno pequeño. ¿Es eso adecuado? Quizás debería dejárselos en libertad también, para que vivan como y donde quieran.
Ni muy muy ni tan tan. Se podría seguir en esta línea de pensamiento. ¿Por qué montar un caballo para que nos lleve adonde queramos? ¿Por qué reunir lombrices y caracoles para que sean comida de peces a los que a su vez vamos a pescar? ¿Por qué torturar un pez hasta morir una vez sacado fuera del agua, mediante un filoso anzuelo atravesado en su boca? (¿Habrá que pensar en maneras “humanitarias” de pescar?)
Pero no es necesario. No lo es porque lo que debe entenderse es que todo debe ser en su justa medida. Un rotundo no a los zoológicos es tan perjudicial como su acérrima defensa. De acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, actualmente 5.200 especies de animales se encuentran en peligro de extinción. Diez especies pueden desaparecer en 2016. Entre ellos el leopardo amur, el elefante de Sumatra, la vaquita marina, el rinoceronte de Java y la tortuga laúd.
En ese contexto, los zoológicos pueden actuar como espacios para la conservación de las especies, que necesitan de lugares estratégicos para el estudio científico o la recolección de fondos para el financiamiento de los proyectos.
Lo que hoy se conoce como santuarios de animales, de todas maneras, mantienen a los animales encerrados y no respetan a cabalidad su derecho a la libertad. Y muchos de ellos son chicos, de apenas unas hectáreas que para un león, por ejemplo, es lo mismo que una baldosa. Y en esencia, siguen en cautiverio. Por tanto, también los zoológicos pueden ser una opción.
No como el que Paysandú tenía. Claramente no, y demostrado quedó que aquí no se cuenta con los medios necesarios para tener un zoológico.
Pero los derechos de los animales deben quedar sujetos a lo que cualquier otro derecho. Por su propia naturaleza, las comunidades donde residen humanos deben protegerse de animales salvajes o de alimañas. Asimismo, el consumo humano de carne animal se sustenta por la proteína que se obtiene. Y lo mismo pasa con otros productos animales.
También hay que dejar en claro que la vida humana está por encima de la de cualquier animal. Y en eso también está el tema económico, porque a veces los animales afectan el sustento de familias, por ejemplo en el campo cuando los perros sueltos destrozan majadas enteras (¿los derechos de las ovejas son de segundo orden con respecto a los de los perros?).
Hay por tanto una diferencia clara entre defender a toda costa a los animales --llegando por ejemplo a extremos de no aceptar mascotas o una buena cabalgata-- y comprender que lo que realmente debe hacerse es respetar la libertad de los animales en su ambiente natural y el trato que reciben en un hábitat humano, según corresponda.


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