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Paysandú, Sábado 18 de Junio de 2016

Un desagradecido de una polémica decisión

Opinion | 18 Jun Los expresos de la cárcel de Guantánamo, ubicada en Cuba pero perteneciente a Estados Unidos, han sido una mala propaganda para Uruguay. Si por un momento se pensó que era un gesto caritativo, todo se ha echado a perder por los malos modos de los seis hombres que arribaron a fines de 2014 al país en calidad de refugiados. Incluso, el expresidente José Mujica reconoció el motivo por el que aceptó sus arribos: para que Uruguay pudiera volver a venderle naranjas a los estadounidenses. Ahora, Jihad Ahmad Diyad, el más conflictivo del grupo que llegó a Montevideo, se marchó para Brasil.
Poco días después de haber pisado Uruguay, Diyad se quejó por las condiciones de su nuevo hogar y enseguida reclamó que quería ser trasladado a una casa “grande y amueblada”, según informaron a El Observador. También fue el único que en principio se negó a firmar un acuerdo con el gobierno de ayuda económica a cambio de cuidar su salud, aprender español y recibir capacitación laboral.
Recomendó a otros expresos a que no viajen a Uruguay. Entendía que era preferible quedarse en la cárcel que llegar a Montevideo, según publicó el diario argentino Clarín. Además reclamó que el gobierno realizara los contactos para que su familia viajara y se radicara con él. “Si no traen en los próximos días a mi familia y me dan la casa que prometieron, vuelvo a la embajada de Estados Unidos”, dijo. Los refugiados ya habían protestado en ese lugar para reclamar la ayuda del gobierno. A su vez, señaló que el gobierno uruguayo y la Cruz Roja "están en falta" porque le prometieron traer a su familia y no lo hicieron.
Diyad, sirio, estaba en Guantánamo por sospechoso de integrar el grupo terrorista Al Qaeda, algo que él siempre negó. En su momento, había sido catalogado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos como una amenaza de alto riesgo para los Estados Unidos y sus aliados. Se lo había vinculado con grupos radicales que operaban en Siria y Afganistán.
Diyad, además, cruzó hacia Brasil de forma ilegal, según informó el programa Santo y Seña de Monte Carlo este miércoles. Este jueves, a la salida del acto de promoción de la próxima generación de Bomberos, el ministro del Interior, Eduardo Bonomi confirmó lo ocurrido y dijo que “no se sabe con qué documentación salió del país” porque “no pasó por ningún registro”. “No sé si de forma ilegal, pero salió del país”, aseguró según consigna El Observador.
Las autoridades uruguayas ya informaron a Brasil que presumen que el sirio Diyab entró al país vecino a través de la frontera seca del Chuy, dijo a El Observador una fuente policial. Diyab estaba en la ciudad fronteriza celebrando el Ramadán, que está en curso durante el presente mes, junto a la comunidad musulmana que allí habita, según el relato de la fuente consultada. Uruguay no tiene ni la voluntad ni una razón específica para intentar detener a Diyab. Sin embargo, Bonomi dijo que las autoridades de Brasil pueden “no recibirlo legalmente” y que, en ese caso, podrían “devolver” al exrecluso de Guantánamo a Uruguay.
Lidiar con este asunto, que el presidente Tabaré Vázquez heredó de Mujica, no resulta fácil. Para Uruguay, “los refugiados se convirtieron en nuestros peores propagandistas. Al igual que los sirios que dijeron que nuestro país era inseguro, pobre y descartable como lugar para vivir, ahora es un liberado de Guantánamo, Jihad Dhiab, quien advierte a sus compañeros presos que no vengan a Uruguay porque 'es preferible la cárcel' a vivir en Montevideo”, escribió en su columna en El País Antonio Mercader.
Para Estados Unidos, la experiencia fue tan mala que los republicanos quieren vetar en el Congreso la evacuación final de Guantánamo prometida por Barack Obama. Alegan que Uruguay no controló a los seis refugiados y que erró al alojarlos cerca de la embajada estadounidense. Recuerdan que los expresos acamparon ante la sede diplomática y que paseaban por sus cercanías de modo amenazante. Lo que pasó en Uruguay --aseguran-- puede repetirse y agravarse en otros países.
“El desencanto de Obama con Uruguay debe ser grande. Nuestro país fue el elegido para hacer el 'test' de cómo era posible integrar a los de Guantánamo en América Latina. Si aquí la cosa marchaba, otras naciones de la región podrían acoger más presos. Por eso, José Mujica fue recibido en la Casa Blanca con elogios por su hospitalidad para los refugiados. Después Mujica advirtió que pasaría 'la boleta'”, continuó Mercader. La boleta resultaron ser las naranjas y la elección de Luis Almagro como titular de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Sin el apoyo de Washington, no hubiera sido posible.
“Ser presidente no es fácil y las negociaciones internacionales menos. Yo para venderle unos kilos de naranjas a Estados Unidos me tuve que bancar a cinco locos de Guantánamo”, dijo Mujica en un encuentro en Córdoba, Argentina, en mayo pasado. Todo dicho.
Es notorio que el actual gobierno disimula, o trata de hacerlo, para demostrar el descontento por esta determinación, que no ayuda en las relaciones internacionales y que dejan una mala imagen para el país. La mala actitud de los expresos de Guantánamo tampoco contribuye a buscar una salida, al menos, elegante.


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