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Paysandú, Jueves 30 de Junio de 2016

Lo que enseñó el viento

Opinion | 30 Jun El auge del desarrollo de la energía eólica en el último decenio posiciona a Uruguay a la cabeza de la generación latinoamericana de energías de esta fuente renovable y en uno de los primeros lugares en el mundo. Constituye así un caso de éxito digno de estudio si tenemos en cuenta que en 2005 no había energía eólica en Uruguay. A 2015, la capacidad instalada era de más de 580 MW y a 2020, habrá una capacidad instalada superior a los 2.000 MW.
Este desarrollo y crecimiento no ha sido espontáneo, sino que se basa en la existencia de políticas de Estado, el establecimiento de normativa y, fundamentalmente, la delimitación de un rumbo claro hacia dónde ir. Recordemos que a fines de los 90 y principios del 2000, el sector energético uruguayo estaba sumamente golpeado, sobre todo por su dependencia casi exclusiva de la energía hidráulica y del petróleo que se importaba para suplir los faltantes hidráulicos. Se había apostado al gas natural de Argentina --una de cuyas entradas al país se fijó por Paysandú--, pero pronto el vecino país no estuvo en condiciones de seguir exportando. Los memoriosos recordarán que, por problemas, para satisfacer la demanda se llegaron a disponer apagones por sectores, con riesgo de ir a apagones más generalizados, situación que felizmente no se dio.
Lo que hubo, en cambio, fue una apuesta fuerte al sector privado y a la interacción de este con el sector público, para la generación de energía eléctrica en un contexto de diversificación de la matriz energética. Fue así que se aprobó una política energética para el período 2005-2013, con un nuevo marco normativo e instrumentos de acción y cuyos lineamientos estratégicos establecieron el fomento de las energías autóctonas, en particular las renovables.
El nuevo diseño energético para Uruguay creó oportunidades no solo para aquellos que desean generar energía a partir del viento para su propio consumo, sino para la generación eólica a gran escala, mediante la instalación de parques eólicos conectados a la red de transporte de energía eléctrica. De manera bastante rápida, distintas zonas del país comenzaron a cambiar su fisonomía con la instalación de dichos parques eólicos, de los que hoy existen 28, con una potencia instalada de 1.500 MW, según datos de la Dirección Nacional de Energía.
Las perspectivas para la generación eólica siguen siendo muy auspiciosas en el país y se demostró que la generación es rentable en la gran mayoría del territorio nacional, con factores de capacidad del 40% e incluso mayores. A su vez, las ventajas impositivas que el país ha asignado a los emprendimientos de generación de energía renovables también representan un aspecto importante, con los decretos reglamentarios de la Ley de Promoción y Protección de Inversiones, por ejemplo.
Según la directora nacional de Energía, ingeniera Olga Otegui, este año, el abastecimiento de energía, eólica alcanzará el 30% y para el próximo, el país aspira a un 38% de electricidad generada a partir del viento, con lo que se aproximará al líder mundial Dinamarca, con un 42%, según datos del Consejo Global de Energía Eólica.
En palabras del exdirector nacional de Energía Ramón Méndez Galain --quien fue reconocido por la revista Fortune como uno de los 50 líderes más influyentes del mundo, por haber supervisado la diversificación de la matriz energética uruguaya hacia las fuentes renovables durante la pasada administración nacional de gobierno--, en Uruguay se llegó a un paradigma inexistente en el mundo: “Normalmente, las que comandan la base en el mundo son las centrales nucleares o centrales a carbón, centrales que en general no están prendidas de manera permanente. El resto de las fuentes se prenden y se apagan para poder complementarlo. En Uruguay, la que comanda todo es la energía eólica”, dijo en una entrevista concedida a Brecha. Indicó también que en función de la producción eólica de cada día, se complementa la generación con otras fuentes --principalmente hidráulica-- y que la existencia de energía eólica permite mejorar la gestión de las represas.
Este desarrollo energético uruguayo es observado con curiosidad y admiración desde el exterior. Por ejemplo, la BBC dedicó un extenso reportaje a mostrar cómo, en una década, Uruguay ha logrado algo que parecía inimaginable: convertirse en el país con mayor proporción de electricidad generada a partir de energía eólica en América Latina y uno de los principales en términos relativos a nivel mundial.
En la actualidad, en distintos países la inestabilidad de los precios del petróleo y la amenaza del cambio climático han dado marco a un avance vertiginoso de la energía eólica, tanto en capacidad instalada como en desarrollo tecnológico. A su vez, políticas de estado a favor del desarrollo de las energías renovables y de la autonomía energética, así como el Protocolo de Kyoto, han estimulado el crecimiento de la industria del viento. Estas condiciones sumadas a las necesidades y demandas locales están generando un interés creciente por la incorporación de la energía eólica en distintos países.
Si tenemos en cuenta que Uruguay es líder en la materia y tiene experiencia acumulada en los últimos 10 años no solo en aspectos tecnológicos y de creación de infraestructura, sino logísticos y de articulación entre el sector público y privado, además de empresas con personal formado, lo lógico sería que las empresas que hoy operan en Uruguay --muchas de ellas nacionales-- sean capaces de aprovechar esa know-how y las oportunidades que se avizoran en los países de la región. Algunas ya lo están haciendo y con la experiencia acumulada en Uruguay, donde se construyó un éxito desde cero, hoy se les están abriendo puertas en países como Argentina, Perú, Panamá, Bolivia o Brasil.
Se trata de empresas que no están vendiendo solo energía generada a partir del viento, sino el conocimiento acumulado en los últimos años, que se recibe de brazos abiertos en otras partes, porque la experiencia ayuda a minimizar riesgos, ahorra problemas y dinero. Y hay que aplaudirlas. Porque están haciendo realidad la meta siempre deseada en Uruguay de ser un país que apueste al conocimiento: están vendiendo ni más ni menos que lo que les enseñó el viento. Seguramente queda mucho por hacer en materia de investigación e innovación, así como en lo que respecta a educación y capacitación en esta área, pero no por ello deja de ser un motivo de satisfacción el hecho de que las capacidades generadas en el país comiencen a encontrar proyección empresarial y laboral en el exterior.


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