Paysandú, Jueves 03 de Julio de 2008
Opinion | 02 Jul Los ministros de gobierno son en nuestro país cargos de máxima confianza del presidente y por lo tanto, es éste quien dispone de ellos. La réplica departamental de esos cargos equivale a los directores de área, que elige el intendente. Esto es así dado que se trata de funciones de alta responsabilidad política y entre otras cosas, deben velar por que se materialice de la mejor manera posible la voluntad del presidente o del intendente, según el caso.
La lógica indica entonces que dada esta alineación política y conceptual de la cúpula dirigente, lo que es bueno para uno es bueno para todos, o al menos, lo que piensa o dispone el jerarca de mayor rango prima sobre los intereses de sus dirigidos. Pero de un tiempo a esta parte se han planteado situaciones difíciles de entender, con consecuencias negativas para la sociedad en su conjunto. Quizás la máxima expresión de estas incongruencias se produjo ante las posiciones encontradas entre el ex ministro de Relaciones Exteriores, Reinaldo Gargano y el contador Danilo Astori, durante las negociaciones para la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Si bien el presidente Tabaré Vázquez estaba manifiestamente a favor del tratado, la férrea oposición del canciller pudo más y Uruguay perdió una oportunidad única de aumentar su corriente exportadora hacia aquel país. Más aquí en el tiempo, se hicieron públicos dos «cortocircuitos» en el seno del gobierno departamental. El primero refiere al culebrón protagonizado por el director de Turismo, Claudio Quintana, y los dos coordinadores del Plan de la Costa, Pablo Curbelo y Ana Lis Teyza. Para el dirigente municipal se habría «perdido la confianza» hacia estos funcionarios, por lo que una vez vencido sus contratos de trabajo, fueron cesados. Sin embargo, para el intendente éste sería un asunto «de confianza funcional o personal» entre ellos, por lo que en un futuro serían destinados a otras tareas, dando a entender que su visión es opuesta a la de Quintana. Cabe recordar que el Plan de la Costa fue creado para evitar la burocracia comunal en la toma de decisiones en lo referente al área del balneario y tuvo un desempeño muy satisfactorio bajo la dirección saliente, tal cual se puede apreciar en los avances materializados en la costa sanducera. No obstante, hoy damos un paso atrás dado que nuevamente pasa a control de Turismo, al menos hasta que se decida qué se va a hacer. El segundo caso es más absurdo aún: tras asumir en la Secretaría de Deportes, Daniel Firpo confirmó a EL TELEGRAFO que todo el proyecto presentado por su predecesor, Ruben Peña, sobre el Palacio de los Deportes en el edificio del ex Don Bosco, se encuentra en fojas cero, mientras el titular de Promoción y Desarrollo de la Intendencia, Jorge Dighiero, manifestó que ahora se trabaja «de otra manera» con esa secretaría, dado «lo que es el perfil de (Daniel) Firpo», evidenciando gruesas fisuras internas. Mientras, el ex titular de Deportes se desempeña en la secretaría del intendente, lo que demuestra la amplia aceptación del máximo jerarca municipal de su desempeño.
En el medio queda un proyecto sumamente interesante para Paysandú, rehén de escaramuzas intestinas.
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