Opinion | 08 Jul Los uruguayos discutimos, planificamos y a veces, cuando creemos estar frente a un proyecto serio, también nos permitimos el lujo de soñar. Somos algo tradicionalistas y en ocasiones nos cuesta dar el brazo a torcer, pero a diferencia de nuestros vecinos del Plata, siempre estamos dispuestos a ratificar nuestra confianza en los gobernantes y abrir, más allá de las discrepancias, una carta de crédito a quienes desde diferentes ámbitos manejan los destinos del país.
Fieles a esta tradición democrática, volvimos a depositar nuestras expectativas en la política energética que -aún con «el agua al cuello»- el gobierno intenta estructurar de cara a los años venideros. El ministro de Industria, Energía y Minería, Daniel Martínez, anunció días atrás que para el 2009 el 6 por ciento de la energía que se consumirá en nuestro país provendrá de fuentes genera- doras no tradicionales, como la eólica y la biomasa. También asumió el compromiso de darle un nuevo impulso a la generación hidroeléctrica y buscar la manera de disminuir la producción de energía en base a hidrocarburos.
El anuncio es alentador, ya que los trabajos en el parque eólico del Cerro de los Caracoles en Maldonado están muy avanzados y ya se habla de la inminente producción de energía a partir de cáscaras de arroz en Treinta y Tres y a través de residuos de aserraderos en Tacuarembó y Rivera.
Por ahora son solo palabras sumadas a un incipiente desarrollo de infraestructura. Pero si el gobierno aplica políticas serias en pos de diversificar la matriz energética, se estará dando un paso muy importante en favor del mentado «país productivo».
Dejar atrás los papeles para avanzar hacia una verdadera independencia energética es comenzar a delinear el sueño de varias generaciones y también un nuevo ejemplo de que los uruguayos sabemos discutir, pero también unirnos por el bien común.