Paysandú, Viernes 11 de Julio de 2008
Opinion | 06 Jul Aunque con distintas alternativas y alcances, los países europeos se están sumando a la cruzada mundial contra el tabaco, al punto que ya hay pocos lugares del Viejo Mundo en los que los fumadores no se sientan perseguidos y señalados como indeseables, bajo amenaza además de recibir severas sanciones si contravienen las normas.
En nuestro país desde hace más de dos años se aplica el decreto antitabaco —ahora convertido en ley— que establece la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados, ya sea en el ámbito estatal como en el privado —incluido el laboral— y más recientemente se ha incorporado una normativa muy restrictiva en materia de publicidad del tabaco, por lo que lentamente se ha ido cerrando el cerco en torno a esta droga adictiva tolerada socialmente.
Y realmente la respuesta de la sociedad uruguaya ha sido muy buena ante esta medida, que al principio fue resistida por algunos sectores, pero que gradualmente ha dado lugar a un acatamieno prácticamente sin traumas por fumadores consuetudinarios, aunque como en todos los órdenes, siempre hay algún grado de transgresión que no alcanza a empañar la ejemplar conducta de la enorme mayoría. Por cierto, la legislación uruguaya es de las más estrictas e indudablemente su aplicación ha sido consecuencia de una actitud decidida del presidente Tabaré Vázquez, quien al instrumentar la medida no midió costos políticos y tal vez haya sido el primer sorprendido por el grado de aceptación en la población, al punto de que en vez de ser un lastre ha sido un punto a favor del gobierno.
Eso habla bien de los uruguayos, tan propensos a ser protagonistas de actitudes desaprensivas, informalismo y transgresiones aceptadas por la sociedad como parte de una viveza criolla, que en este caso, felizmente, no se ha dado, y por el contrario, se ha constituido una especie de control social sobre los infractores, que son mal vistos en tanto protagonistas de perjudicar su salud y la de sus conciudadanos, a la vez de causar molestias con el humo.
Y lo que realmente debe destacarse es haber logrado en poco tiempo avanzar en la lucha contra el tabaquismo más que lo que han hecho y en mucho más tiempo naciones desarrolladas, donde todavía hay resistencia a la prohibición total de fumar y han debido ensayar alternativas para hacer una transición que resulte menos traumática para alcanzar el objetivo final. Así, el martes entró en vigencia en Holanda la extensión a la hotelería de la prohibición de fumar, ante una ley antitabaco que entró en vigor en enero de 2004, cuando igualmente se adoptó una tregua para el sector hotelero, el cual prometió al gobierno que a cambio de posponer la prohibición crearía cada vez más espacios separados para fumadores y mejoraría los sistemas de ventilación.
Pero desde esta semana ya no se puede encender ni un cigarrillo, salvo en las terrazas al aire libre, en cafés, bares, discotecas, restaurantes o instalaciones culturales. Y aunque en Holanda, al igual que en Uruguay, queda un «agujero» en la prohibición que deja de lado la mención a la marihuana, se trata evidentemente de un proceso irreversible, y de lo que deben estar agredecidas las presentes y futuras generaciones, lo que desmiente por lo menos en este caso el conocido refrán de que todo tiempo pasado fue mejor. Además de Estados Unidos y Canadá, las leyes antitabaco están siendo aplicadas con distintos alcances y consideraciones en Alemania, Dinamarca, España, Francia, Reino Unido, Grecia, Irlanda, Italia, Noruega, Portugal, Turquía, Malta, Suecia, Letonia, Estonia, Bélgica e Islandia, donde se están realizando las primeras evaluaciones respecto a la repercusión en las costumbres de sus ciudadanos.
En el Reino Unido, en poco más de un año unas 400.000 personas abandonaron el hábito de fumar, y según un informe de la Organización Mundial de la Salud, la multiplicación de los espacios sin humo, gracias a las políticas de lucha contra el tabaquismo, tienen también efectos sobre el comportamiento de los fumadores que deben redundar positivamente en su salud, desde que como primera consecuencia, encienden menos cigarrillos.
Y no es poca cosa, desde que estamos ante una adicción de difícil control, lo que indica que la lucha debe seguir desarrollándose sin pausas y además con el acento puesto en la concientización de niños y jóvenes, que es precisamente el factor diferencial para que no se trate solo de prohibiciones, al fin y al cabo, sino sobre todo de un cambio de hábitos que reduzca la incidencia de este grave factor de riesgo para la salud humana.
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