Paysandú, Viernes 11 de Julio de 2008

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Locales | 06 Jul Educadores y educandos
En ocasiones se plantea la cuestión de quién debe educar y quién tiene que aprender. A primera vista los educadores son los profesores, padres y de forma subsidiaria el Estado y las Comunidades Autónomas y los educandos son los alumnos e hijos. Pero esto no es totalmente cierto. Los profesores y padres aprendemos mucho de los alumnos y éstos nos orientan y ayudan en la tarea educativa. Es decir, todos somos educadores y educandos a la vez.
De la palabra educación podemos considerar dos significaciones etimológicas: educar procede de la palabra latina educare que significa «alimentar», «criar», «nutrir» y de educere, que equivale a «sacar de» y «extraer». De acuerdo con la primera significación (educare) el acto de educar es instruir, informar y transmitir conocimientos. La labor del educador (profesor y padre) es ponerlo todo desde fuera, llevar la dirección del proceso. Esto es una parte de la educación.
Si partimos de la segunda etimología (educere) la educación es sacar del educando todo lo bueno y positivo que hay en él, desarrollar sus propias capacidades y crear las condiciones ambientales, familiares y personales para que esto se produzca. La metodología más acertada es el interrogatorio por el que se plantean preguntas y se espera que el educando busque las respuestas adecuadas y vaya elaborando su propio criterio y ciencia. Este método no es nuevo y lo utilizó ampliamente el filósofo griego Sócrates. También conviene analizar los conceptos de autoeducación y heteroeducación. El auténtico protagonista de la formación es el educando (autoeducación) porque nadie puede ser sustituido por otro en su proceso educativo. Pero a la vez los educadores prestan una ayuda y orientación importante en el proceso educativo (heteroeducación). Esta ayuda llevada a cabo fundamentalmente por los centros educativos facilita la adquisición de conocimientos. Hay una estrecha relación entre el estímulo de orientación y dirección y el protagonismo educativo del educando. Pero el estímulo «debe ser una educación para la autoeducación» (M. Sciacca). La educación es como una participación dirigida del alumno o hijo. La participación hace referencia al educere (sacar de) y a la vez es dirigida y orientada (educare).
¿Cuál es la tarea del educador? Podríamos resumirla en esta ley: «toda ayuda innecesaria es una limitación para quien la recibe». Dicho de otra forma: todo lo que pueda hacer el educando no debe hacerlo el educador. Que sea el propio chico el que busque las razones de las cosas y aprenda a pensar. Para facilitar la autoeducación hace falta conocer las necesidades y posibilidades de cada educando, es decir, comprenderlo. A su vez, el educador ha de respetar y orientar positivamente al chico, es decir, ha de ser comprensivo y exigente. Antes estaba de moda el educare (dirigir, instruir) y ahora el educere (sacar de y aprender con autonomía). Pero cada aspecto por separado es una visión parcial del quehacer educativo y por tanto una reducción. La verdadera educación es la síntesis de los dos verbos latinos educare y educere, referidos al educando como protagonista de su formación, con capacidad de aceptar y buscar ayuda de los educadores, tanto padres como profesores.
Arturo Ramo García, inspector de Educación, Teruel


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