Paysandú, Viernes 11 de Julio de 2008
Rurales | 07 Jul «Los japoneses son compradores netos de alimentos. Importan un porcentaje muy alto de lo que comen. Pero también miran 100 años para adelante, y es uno de los motivos por los que apoyan, en países productores de alimentos, el desarrollo de la tecnología de los Microorganismos Efectivos o EM». Así se expresó el ingeniero industrial Jorge Soler, presidente de la filial uruguaya de la organización no gubernamental OISCA. «Ellos quieren comprar productos sin agroquímicos y sin riesgos para la salud», agregó.
Esta tecnología ya se aplica en varias actividades de Uruguay y en otras se analiza con gran atención —por ejemplo en los invernaderos de los socios de la cooperativa hortícola Calagua y en Conaprole, respectivamente—. Para entender de qué se trata, hay que remontarse a fines de la década de 1960.
Entonces, Teruo Higa, profesor de Horticultura en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Ryukyus (Japón), sufrió una intoxicación con agroquímicos. Como se dice popularmente «el que se quema con leche si ve la vaca llora», por lo que Higa comenzó a experimentar con microorganismos, buscando productos que sustituyesen a los elementos tóxicos. Estudió 2.000 especies de microbios, centrando finalmente su trabajo en 80 que consideró beneficiosos para los seres humanos. Hizo una mezcla con ellos y comprobó que combinados con agua o melaza estimulaban notablemente el crecimiento de algunos vegetales.
Indica Conexión Tecnológica que las investigaciones prosiguieron, hasta que en 1982 Higa y sus colaboradores presentaron la tecnología EM, destinada a acondicionar suelos. En la actualidad, el científico es director del Instituto Internacional de Tecnología EM de la Universidad de Meio, en Okinawa.
Entre los principales microorganismos usados en la combinación, calificados por Higa como beneficiosos y efectivos, figuran bacterias fotosintéticas, levaduras, hongos y bacterias de ácidos lácticos. Una combinación adecuada de estos elementos se reproduce rápidamente si entra en contacto con materia orgánica, y ellos secretan sustancias beneficiosas como vitaminas, ácidos orgánicos, minerales y antioxidantes.
Fundamentos
Según Higa, «el EM consiste en cultivos mixtos de microorganismos benéficos y naturales que coexisten en un medio líquido. Cuando se aplican inoculadores microbianos a la basura orgánica o se introducen en el medio ambiente, su efecto benéfico individual se multiplica en forma sinérgica. El cultivo consiste sobre todo de bacterias lácticas, bacterias fotosintéticas y levaduras, y contiene más de 80 diferentes microorganismos en total».
Como resultado —afirman los propulsores de esta tecnología, la micro y la macro flora de la tierra cambian y mejoran el equilibrio natural, de manera que desaparecen (o al menos disminuyen en forma radical) las enfermedades que podían originarse en el suelo. Los antioxidantes, a su vez, facilitan la descomposición de la materia orgánica y crece el contenido de humus.
En Uruguay
OISCA, la ONG fundada por Higa, comenzó sus actividades en Uruguay en 2003, con el apoyo del programa japonés de Tecnologías Apropiadas para Países en Desarrollo, cuyas principales preocupaciones son la preservación del ambiente, la productividad y la calidad. En Egaña, Soriano, se instaló un centro de capacitación de promotores y una estación experimental.
Jorge Soler dijo que la experiencia cuenta con un grupo de productores que básicamente ha trabajado en la adaptación de la tecnología a los suelos y el clima uruguayos, el combate al meteorismo durante el engorde de novillos y en la reducción de fitosanitarios en los cultivos de granos.
En Egaña también se empezó a trabajar a nivel de los desechos de los tambos. «El tambo es un gran contaminador. Con sus desechos se hace una cama a la que se trata con EM: además de formarse un compost que sirve para enriquecer la tierra, se eliminan moscas y olores y se evita el uso intensivo de agua».
Soler expresó que la experiencia comenzó a aplicarse en tambos de remitentes a Conaprole, y sostuvo que en este plano, así como en los citados anteriormente, los resultados obtenidos son «notables».
Agregó que con respaldo del BID se comenzó a ejecutar el proyecto de Reducción de Pobreza en Zonas Rurales de Bajos Recursos, que impulsa la institución financiera interamericana. El objetivo, en este caso, es mejorar el ambiente y la calidad de vida de los habitantes de asentamientos. Por el momento el trabajo se centra en Toledo, en las cercanías de Zonamérica, Santa Lucía, Treinta y Tres y Bella Unión. Allí se están formando huertas orgánicas de autoabastecimiento y para vender los excedentes.
Soler indicó que, para el largo plazo, se comienza a estudiar un proyecto de carácter nacional que cuenta con el respaldo del LATU.
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