Paysandú, Domingo 13 de Julio de 2008
Locales | 06 Jul (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). En Estados Unidos hay diferentes tipos de policía. Está la federal, la estatal, la de condado y la de cada ciudad. Además de policías de aeropuerto, carcelarios y otras especialidades.
Pero el policía común y corriente, que en su Police Interceptor (el automóvil de patrulla más famoso, una versión especial del Crown Victoria de la Ford), transita las calles de cualquier ciudad, es municipal. Depende de las autoridades municipales, que son quienes le pagan su salario.
El salario promedio anual de un oficial de policía en Estados Unidos es de 44.000 dólares. En New Jersey un poco más, 48.000; en New York 51.000 y en Utah baja a 37.000, lo mismo que en Arizona y Vermont.
Obviamente, la tarea principal de la policía es prevenir y combatir el delito, pero también es un fuerte agente recaudador, excepto en aquellas ciudades —como Nueva York— donde la tarea de controlar el cumplimiento de las normas de tránsito se realiza a través de un cuerpo especial.
Hace un par de meses circuló en el área donde resido, en el norte de New Jersey, la noticia de que la policía había recibido instrucciones de recaudar nueve millones de dólares en multas de tránsito. Eso fue coincidente con el comienzo de la suba del precio del combustible. Y verdad o no, lo cierto es que en las siguientes semanas se vio un aumento del contralor policial.
Por una multa por mal estacionamiento debe pagarse 19 dólares, pero si es por exceso de velocidad la escala depende de la cantidad de millas (una milla equivale a 1,6 kilómetros) por encima de la velocidad permitida. Promedialmente, y como barato, 100 dólares.
La población respeta a la policía, pero es sencillo escuchar severas críticas al cuerpo policial. Y en verdad, algunas razones hay.
Por ejemplo, los jefes de policía y el «personal superior» otorga tarjetas anuales a amigos y personas a las que debe agradecimiento. Las tarjetas son del tamaño de una de crédito y en el reverso están firmadas por la autoridad y llevan el nombre del beneficiario. Asimismo, un párrafo en el que se explica que el beneficiario es un «conductor precavido» y un amigo de «la fuerza».
Esas tarjetas se usan cuando el beneficiario es detenido por otro policía, por una infracción de tránsito. Entre la licencia de conducir y el título del vehículo, la tarjeta es un silencioso pedido de «piedad».
En general cumplen su cometido, pues son respetadas por todos los agentes. Hay quienes las devuelven, pero la mayoría las retiene. Luego se las envía al emisor de la tarjeta. Y eso también es un código. Porque de esa manera queda claro que se le debe un favor al agente que decidió no cobrar la multa.
Hay muchos otros códigos. No es infrecuente que se aplique cierta flexibilidad a quienes sirven en el Ejército, la Fuerza Aérea o la Armada. Estos colocan en el parabrisas posterior de sus vehículos una calcomanía que los identifica. Y aquellos con rango, colocan un cubre-placa especial, que envía un claro mensaje a los oficiales de policía.
No siempre estos códigos se respetan, porque en realidad su carácter municipal les da cierta independencia, al tiempo que hay algunos rencores entre determinados cuerpos de la policía.
Quien está desprotegido es el conductor común y corriente, que no tiene ni tarjeta ni calcomanía que lo salve. Y es precisamente quien más frecuentemente «colabora» con la «campaña» recaudadora. La policía puede ubicarse a cualquier hora en cualquier lugar, a la espera de un desprevenido conductor a alta velocidad, o que no respete un semáforo o una señal de «Pare». Pero tienen sus sitios y horarios preferidos. El final de una pendiente es obviamente uno de esos sitios. Y si luego hay una curva, mejor todavía. Es un eterno juego de caza entre gato y ratón, donde siempre, pero siempre siempre, ganará el gato. El sistema tiene un lado positivo, desde que promueve el general respeto a las ordenanzas de tránsito. Pero desde que hay muchos que encuentran huecos por su cercanía con las autoridades o por donde trabajan, hay gran descontento. Que corre por debajo. Pero que es y está.
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