Paysandú, Miércoles 16 de Julio de 2008

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Locales | 16 Jul Un año después del siglo
... «La tierra fecunda que se da íntegra, convertida en flor, espiga, nido. Todo parece propiciar la vida, la plenitud del espíritu, del afán de superación. Sobre ellas no caben las flaquezas, ni las derrotas, por eso abre sus brazos en un llamado cálido; acércate, conóceme, compréndeme y aprenderás a amarme».
«Y el hombre lo interpreta. Llegado el momento de las celebraciones; cobra conciencia de la hora que le toca vivir; fin de una etapa venturosa y comienzo de otra que no habrá de serlo menos; y entrevé, como lo hicieron en los albores del siglo los hombres que plantaron el primer árbol y contruyeron el primer nido, la realidad futura, que entrevieron aquellos un oasis de vida donde sólo había soledad».
«Esa conciencia misma lo hace ver un futuro que deberá ser brillante y que dependerá de su obra».
«Sabe, entonces, que no cesará el motor ni se extinguirá el fuego de la fragua. No dormirá la pluma, no dormirá la mente. Seguirá el hombre sembrando su semilla en el corazón de la tierra y el corazón humano, y recogerá sus frutos año a año. Proseguirá en la lucha, fiero, firme. Sabemos que será así porque así es la tierra y así son sus hijos». Fragmento del año 1957. Autora: profesora Alba Guichón de Dehl.
Revisando nuestros archivos -no muy prolijos por cierto- nos encontramos con este poema que escribió la profesora Alba Guichón, que refleja los logros obtenidos en aquel entonces, por hombres tenaces, emprendedores y soñadores. Supieron de éxitos, de frustraciones, pero llegaron al final del recorrido con un montón de sueños cumplidos. Por eso entendemos que no puede haber una nota periodística que no rescate hoy algo de aquella época de cuando Guichón cumplía sus 50 años de fundación. Hoy con 101 años de vida que cumplió en la víspera, la ciudadanía llega con una consolidación de ciudad, con un prestigio ganado a puro corazón y un gran esfuerzo, pero con muchos sueños a cuestas que se han ido postergando.
Soñar no cuesta nada
Dice el dicho popular, pero un tanto engañoso. Los sueños tienen un alto precio, cuestan dinero, sudor y lágrimas poder concretarlos, depende de la voluntad de cada uno. Aquellos hombres ya no están, se fueron soñando con una Ruta 4, o unas termas de Almirón con alcance internacional, o el bitumen para el Este, o el puente continuación de 18 de Julio al Norte, o una Junta Local Autónoma, o...
Aquellos hombres ya no están, los que estamos nos estamos yendo, y los que viven no se sienten, y así parece ser el destino de esta ciudad, pero que felizmente mantiene sus rasgos más típicos que la ha caracterizado: cordialidad y trabajo. El que llega a Guichón una vez, su visita se repite y se transforma en el destino ineludible para el descanso y el pasar bien sin preocupación.
Los guichonenses hemos sido siempre soñadores, no perdemos nunca la esperanza y cuando hay un lugar para tratar de conseguir algo, allí están los pocos luchadores que quedan. Soñamos con volver al pasado y vivir aquellos instantes, aunque más no sea en sueños. Reminiscencias del pasado, porque dicen que los tiempos de antes eran mejores. Quisiéramos volver a jugar en la plaza de deportes, ante la mirada del cuidador don Acosta, que con su portugués muy particular y su dedo índice en el ojo, nos decía que nos portáramos bien. Quisiéramos ver al Clorofila del «Pancho» Almacio y el «Flaco Sirio», al Nacional del «Rata» Almada, el «Ratón» Fernández y el «Chori» Perezutti, las voladas de Olinto Lara, o ver al «Tito» Mendieta llorando cuando perdía su «Obreros», al «Toga» Rual con su carretilla transportando la correspondencia desde la estación al Correo. Quisiéramos volver a vivir los bailes de «El Grillo» y de los galpones de AFE, soñamos con ver de nuevo a los hermanos Rivero recorriendo las rutas de la patria, un Centro Comercial pujante. Seguiremos soñando y moriremos soñando por esto, por aquello, o por lo otro. Como aquel chino que quería venir a vivir a Guichón porque habían anunciado el fin del mundo, y aquí las cosas suceden 40 ó 50 años después. Hoy al cumplir 101 años seguimos con los mismos desafíos de hace 100. Pero, el acontecimiento se recordará como un mojón más de la vida de un pueblo, o una cábala para la quiniela, capicúa.
Ya comenzamos a caminar el largo camino del segundo siglo que las nuevas generaciones tendrán el compromiso de construir, año a año en busca de un futuro venturoso para esta gran ciudad donde sus habitantes han puesto todos sus esfuerzos para lograr nuevas conquistas.
Con esta remembranza quisimos adherirnos a este aniversario como forma de homenajear a una comunidad pujante. ¡Felicidades Guichón, 101 años es mucho tiempo para no hacerlo notar! Nadir Rostom.


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