Locales | 11 Jul Luchar por transformar un sueño en realidad y no desistir en el intento es el desafío de muchos que viven en el interior rural, donde seguramente no alcanza con tener ganas y las más de las veces quedan por el camino los deseos de concretar otro tipo de actividades que no sean las vinculadas a las tradicionales del campo.
No todos quienes nacen en ese entorno están dispuestos a entregar sus vidas a la rutina y dedicación que exigen esas tareas. Convencidos de que también existe «otro mundo», están dispuestos a no entregarse en la pelea por lograr aquello que consideran vale la pena.
José Enrique Miranda es precisamente uno de esos jóvenes que sueña con otras cosas. Nacido en Quebracho, estudió electricidad y afirma que «me he hecho a golpes». Participó en seminarios relacionados a su oficio y procuró capacitarse cada vez que tuvo la posibilidad. Es el mayor de cinco hermanos —algunos trabajan, otros estudian— y a sus 31 años se dedica a llevar su discoteca a reuniones y fiestas de cumpleaños o casamientos. Transcurría el año 1990 y lo que comenzó como un hobby le fue dando la posibilidad de darle forma a su iniciativa. Le gustaba pasar música en una discoteca y «con el tiempo fui haciendo experiencia» hasta que empezó con un proyecto propio.
Cierto día la Junta Local lo contrató para amplificar encuentros, seminarios, pequeños festivales e inauguraciones, y eso le permitió recorrer el interior, conocer otras realidades y vincularse. «Eso ha significado mucho para mí porque me hace crecer y proyectarme», aseguró. Aunque todavía no puede vivir de lo que le gusta, hace un trabajo que lo mantiene lo suficientemente activo. «No paga en relación a lo que hago, pero lo sigo haciendo por un gusto personal y porque a la vez me ha permitido conectarme con otros trabajos».
«Eso ha sido muy importante para mí, ya que me contratan para muchos trabajos», concluyó mientras terminaba de desa- rmar la instalación de los equipos en un acto público.