Paysandú, Sábado 19 de Julio de 2008

La voz del público

Locales | 13 Jul «El esquema perverso
en la Argentina»
A raíz de su nota editorial del 8 de julio titulada así, yo diría «El esquema perverso de exprimir la tierra», y el gobierno argentino que debe ponerse a tono con alguna medida correctiva.
No creo que las acciones del gobierno argentino sean de suicida; al contrario, son medidas necesarias para equilibrar la balanza social. Hoy no se puede esgrimir que por la gracia de Dios, un productor rural (léase un grupo empresario) no reparta sus ganancias obtenidas en el precio internacional como si fuera un estado independiente y ya algunos denominan «república sojera», con las tierras ricas en nitrógeno, bien soleadas y regadas por la naturaleza, que no tenga que ajustarse con un impuesto que el gobierno argentino debe contemplar de acuerdo al mal que están ocasionando al Estado y a toda la población argentina, especialmente la trabajadora, ya que estos productores ya gozaron de favores a fin de producir alimentos legítimos tradicionales y no para seudo alimentos netamente especulativos. En fin, una producción de monocultivo que desplaza a la verdadera producción alimenticia para humanos, que hoy se denomina «soberanía alimentaria». Además de vomitar trabajadores en mano de obra, cuando se planta soja (o maíz) desnaturalizado, pues esa actividad se resuelve con agroquímicos muy agresivos para otras plantas alimenticias por no ser inmunes como es la soja transgénica, y para colmo con maquinarias automáticas con un operador con computadora.
El gobierno está tratando de implementar la misma política que se aplica en extracción de energía petrolera. Son bienes que no son recuperables. Se está exportando nitrógeno principalmente y otras riquezas de minerales de la tierra, y que son de muy costosa reposición. Tampoco se practica la rotación de siembra. En una palabra, esa actividad que da mucho dinero para muy pocos y que no queda en la Argentina, sino una mínima inversión en máquinas que no sirven para otra cosa.
Todo es perverso en estas inversiones y son para extraer ese «petróleo poroto», que en realidad es un seudo alimento, solo para animales (aves y cerdos) y otras industrias, pero no para un alimento humano legítimo. La Argentina no debe ser pasiva en este problema, tal vez necesite ciertos ajustes contemplativos a pequeños y medianos productores. Es algo en lo que el Uruguay debiera poner especial atención para su futuro próximo. No quiero imaginar cuando tenga que importar lácteos de Nueva Zelandia con precios prohibitivos para la mayoría de la población, pues los campos no tendrán ya ganado si todo es saturado por los inversores sojeros, y con muchos más uruguayos en grupos de familia sin trabajo, cartoneando por las calles.
Alejandro Tempesta


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