Paysandú, Jueves 24 de Julio de 2008
Opinion | 17 Jul La reflexión del director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Enrique Rubio, en el sentido de que «estamos en situación de emergencia demográfica» no es un descubrimiento de último momento del jerarca ni del equipo que desarrolló el estudio que da lugar a este alerta, por supuesto, sino que estamos inmersos en un proceso que se arrastra desde hace muchos años, con una complejidad de causas y por lo tanto con serias dificultades para promover su reversión, desde el ámbito que sea.
Pero igualmente es valedero que se ponga por fin con seriedad el tema sobre la mesa, para recibir aportes desde diferentes ángulos y evaluar posibles respuestas, que a esta altura ya son tardías pero que siempre es mejor que seguir postergándolas.
El punto es que debe irse despacito por las piedras, y lo primero que corresponde es coincidir en el diagnóstico. Hay cifras y evaluaciones que no pueden dar lugar a equívocos, como es el hecho de que el crecimiento de la población es nulo o negativo, tanto porque hay una baja tasa de natalidad como también porque se mantiene una emigración constante, que deja al país sin miles y miles de nuevos ciudadanos al año, en edad activa.
Los datos manejados en el libro «Demografía de una sociedad en transición», publicado por la Facultad de Ciencias Sociales, con el apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas, indica que el 17,5 por ciento de la población uruguaya es mayor de 60 años, en tanto por cada 100 menores de 15 años hay 72 adultos mayores de 60. Además, las mujeres tienen en promedio dos hijos, retrasan cada vez más la edad de concepción y en los últimos diez años han emigrado del país unas 126.000 personas.
El Uruguay comparte con Cuba la característica de tener la población más envejecida de la región, que también conlleva una mayor expectativa de vida de su población, lo que contrasta con otros países subdesarrollados donde ademas de tener mayor tasa de natalidad, la expectativa de vida es sensiblemente menor.
En porcentajes, debe tenerse presente que en nuestro país la mujer tiene promedialmente 2,04 hijos, cuando el mínimo requerido para el reemplazo poblacional es de 2,1. Además, desde 1975, cuando las mujeres promedialmente tenían casi tres hijos (2,89), este porcentaje ha tenido persistente descenso, y en 1995 era del 2,45.
En su momento la fecundidad de las mujeres de estratos más bajos levantaba el promedio, pero paralelamente incorporaba otro elemento distorsionante, como el de aumentar el porcentaje de personas jóvenes pobres y con escasa preparación para abrirse paso en la vida, pero incluso ha bajado sensiblemente el índice de procreación en este sector. Otro dato significativo es que casi el 11 por ciento de las mujeres llega al final de su vida reproductiva (unos 45 años) sin tener hijos.
Las tendencias respecto a la emigración no son alentadoras tampoco, desde que si bien hubo un pico por la crisis de 2002, hubo solo una caída en 2004 pero desde entonces la emigración ha retomado un ritmo persistente.
Para Rubio, tras la omisión de tantos años, «es necesario una investigación muy rigurosa y la adopción de políticas públicas activas en la materia», si se pretende tener un desarrollo sustentable en el mediano plazo. Un ejemplo claro de la gravedad del problema lo da el hecho de que cada año nacen 47.000 uruguayos, mueren 32.000 y emigran unos 12.500, lo que explica que el país esté en el límite de perder población.
Es cierto que el envejecimiento poblacional lo tienen también los países desarrollados, por conjunción de baja fecundidad y mayor expectativa de vida, pero se da en un contexto socioeconómico muy diferente, aunque igualmente no deje de preocupar y se estén encarando algunas medidas.
En nuestro país, en cambio, estamos en el cero absoluto, desde que recién se están manejando cifras para su evaluación y según Rubio, desde la OPP se convocará a una comisión sectorial de poblacion, donde participarán todos los sectores de la sociedad civil, del área académica, empresarial, de los trabajadores y del gobierno, con el fin de que se definan políticas de mediano y largo plazo en el área de la población. Es cierto, es hora de asumir el problema y empezar a trabajar para resolverlo. Pero desde ya debe advertirse que no hay soluciones mágicas, como tampoco las tienen los países desarrollados, y que debe hilarse muy fino para no combatir un problema creando a la vez otros aún más grandes.
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