Opinion | 23 Jul A 20 días de haberse instrumentado el sistema de recolección selectiva de residuos domiciliarios, hasta el momento la respuesta de la ciudadanía no colma las expectativas de la Intendencia sanducera.
Para el director de Higiene, Eduardo Américo, esto se debe a que «es un proceso que va a llevar mucho tiempo», dado que «la gente no estaba acostumbrada» a esta modalidad.
Sin embargo, no resulta fácil para el ciudadano común adaptarse a las rígidas estructuras del sistema, que impone horarios para la disposición de los desechos reciclables en unas pocas volquetas específicamente destinadas para tal fin, ubicadas en determinados espacios. Esto implica que el colaborador, además de tomarse el trabajo de disponer los residuos en recipientes diferentes dentro de su hogar, debe transportarlos hasta el sitio de acopio más próximo, ajustándose a un horario sumamente acotado en el cual está habilitado el servicio.
A menos que viva muy cerca de una de estas volquetas, realmente hay que ser muy «ecológico» para tomarse todas estas molestias, cuando lo más fácil sigue siendo juntar todo en una sola bolsa cualquiera y dejarla al frente de su casa para que se la lleve el camión recolector. Por supuesto que si usted lo desea, puede tener anotado los horarios y sitios donde se encuentran las volquetas, tomarse un ómnibus o gastar medio litro de nafta en llevar la bolsita hasta allí una vez por semana, y de esta forma sentir la satisfacción de haber obrado correctamente.
Tampoco parece apropiado que las bolsas verdes destinadas a los residuos «orgánicos» —desechos de alimentos principalmente— solo se puedan obtener en determinado comercio, dado que indirectamente el mensaje de la Intendencia —promotora de esta iniciativa— es «compre en tal supermercado», lo que a todas luces no corresponde.