Opinion | 26 Jul En varios sectores de la administración pública, insólitamente, se pagan premios por «presentismo», es decir porque el empleado estatal se presenta todos los días a su trabajo, y en muchos casos este pago extra equivale a un medio aguinaldo adicional.
Posiblemente en ningún lugar del mundo se da lo que ocurre en Uruguay por estos «beneficios» de que gozan miles de funcionarios, desde que se está premiando simplemente que concurran regularmente a cada lugar de trabajo, cuando esta es precisamente su primera obligación.
Este premio no existe en el sector privado, por supuesto, donde se toman las cosas en serio, pero es una especie de estratagema a que se ha recurrido por el Estado para tratar de evitar deserciones masivas que se registraban en determinados acontecimientos o época del año, argumentando problemas de enfermedad.
El pago por adicional por hacer simplemente lo que se debe hacer es naturalmente a cargo de todos los contribuyentes, que financian al Estado, como es el caso de lo que se paga a los funcionarios del Parlamento por este concepto, los que además reciben remuneraciones muy por encima del promedio general, incluso entre los trabajadores estatales.
Este pago del adicional por no faltar consiguió bajar a un tercio el pedido de días libres por enfermedad entre los 750 funcionarios del Parlamento. Es así que los que trabajan en el Senado y la Comisión Administrativa del Poder Legislativo, ubicados frecuentemente en el centro de la polémica por su beneficiosa condición laboral dentro del Estado, ahora se «enferman» menos que antes, a partir de la implementación en 2007 del programa de «compromiso con la gestión». El «presentarse» a trabajar les significa 4.200 pesos adicionales por mes a sus jugosos sueldos, por ahora, por cuanto están pidiendo equipararse con los funcionarios de la Cámara de Representantes y llevar así este premio a 14.200 pesos.
Y parece cosa de Ripley —perdón, del Uruguay— acentuar las diferencias en favor de una casta de privilegiados, que todos financiamos con más y más impuestos, a quienes piden y piden como si fuera la cosa más natural del mundo.