Paysandú, Jueves 31 de Julio de 2008
Opinion | 28 Jul «Odio tener que hacerlo, pero no tenemos más remedio», sentenció el ministro de Industria, Energía y Minería, Ing. Daniel Martínez, al explicar la decisión gubernamental de comprar unidades de generación termoeléctrica en base a fuel oil, pese al alto costo operativo, aludiendo a que las necesidades acuciantes obligarían a esta operación que tendrá costos exacerbados para los clientes de UTE.
La necesidad tiene cara de hereje, sostiene el refrán, que pocas veces está tan bien aplicado como en este caso, desde que el Poder Ejecutivo ha reafirmado una y otra vez que está apostando a la renovación de la matriz energética, a la diversificación y a la búsqueda de fuentes energéticas alternativas.
Es así una paradoja que cuando el Gobierno promueve iniciativas tendientes a reducir la dependencia energética, atenuar los altos costos del petróleo y tener por lo menos la posibilidad de atender la demanda de electricidad sin depender en exceso de los vecinos y del uso del petróleo, todavía se estén comprando unidades a fuel oil, que solo podrían explicarse en esta coyuntura en Venezuela o en los países árabes.
Las causas de esta contradicción deben buscarse en las omisiones del sistema político, por no haber acordado en su momento políticas de Estado en el área energética que nos pusieran más o menos a cubierto de tener que apelar a «parches» como este, a la compra de energía cara en los países vecinos o a depender en exceso de la inestabilidad en Argentina, cuya última manifestación ha sido un nuevo mazazo en el precio del gas natural que nos vende.
El punto es que ni siquiera se es bueno improvisando, porque pese a lo que se manifieste desde el Poder Ejecutivo, se está adoleciendo una y otra vez de una falta de coordinación entre los organismos del Estado y el propio gobierno, donde se actúa por cada ministerio o ente con independencia de criterio y se gestan así incongruencias que afectan todo intento serio de actuar con sentido común ante el desafío.
Es decir que estamos ante una orquesta cuyos integrantes tocan simultáneamente distintas partituras, lo que no augura nada nuevo para el director, y mucho menos para el resultado de la interpretación ante el público. Las omisiones flagrantes por la falta de rumbo de una política energética, que se arrastran desde hace muchos años, se manifiestan en toda su magnitud ahora, cuando la coyuntura por los altos precios del petróleo y la falta de alternativas internas y externas ponen de relieve cuán caro nos cuesta el tiempo que se ha perdido lastimosamente.
Y mientras recién se instrumentará la norma sobre biocombustibles —seguramente seis meses después de lo previsto, que era el 1º de enero de 2009— que obliga a Ancap a la mezcla del 2 por ciento de biodiesel con gasoil, el tímido intento de lograr un parque de generación de electricidad con energías alternativas se desarrolla con excesiva lentitud, simplemente porque UTE no parece tener mayor interés en que privados generen energía, y antepone además la situación de la empresa y su burocracia a las necesidades del país.
La desregulación del mercado eléctrico, prevista desde hace varios años en la ley promulgada en 1997, se va ejecutando con lentitud que raya en la displicencia, porque además la traba de las chacras de poder no es una característica solo de la actual administración, sino que es una constante en nuestro Estado, y así estamos.
No es poca cosa que se haya perdido ya más de una década en practicar esta desregulación, que permite la generación por el sector privado, y que además es fuertemente resistida por el sindicato de UTE, que como el común de los gremios estatales y del propio Pit Cnt, sigue reivindicando que el Estado mantenga y hasta acentúe los monopolios con los que castiga a la población, que no tiene donde elegir por falta de competencia.
Y estamos ya en 2008, todavía con la segunda parte de una licitación por tímidos 60 megavatios de energía alternativa, que se inició en 2007 y de la cual solo se aceptó la mitad de los proyectos, por pequeñas diferencias en el precio del megavatio, al que la propia UTE impuso tope.
Se ha malgastado más de un año sin la incorporación de electricidad de fuentes renovables, mientras paralelamente el país ha debido salir de apuro a comprar centrales térmicas a petróleo para hacer frente a la emergencia, lo que confirma el dicho de que decir no siempre quiere decir hacer. Y que pese a los enunciados de buenas intenciones, los hechos confirman que es muy difícil que la carreta avance cuando hay bueyes que cinchan para un lado y otros van en reversa.
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