Paysandú, Domingo 03 de Agosto de 2008
Opinion | 27 Jul De acuerdo a los resultados de un estudio elaborado por el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), el gasto público destinado a la Universidad de la República es «regresivo», por cuanto casi la mitad del presupuesto universitario beneficia al 20% de los hogares más ricos, a diferencia de lo que sucede en el resto del sistema educativo, en el que se registra un «alto nivel de progresividad».
A partir del cruce de datos de asignación presupuestal con la Encuesta Continua de Hogares, el informe del Cinve señala que el gasto público en educación universitaria se ajusta a los mencionados parámetros, según da cuenta el semanario «Búsqueda».
Pero el informe no termina en esta evaluación, sino que aporta datos que indican que en promedio, durante los quince años estudiados, el 47,8% del presupuesto de la Universidad estatal benefició a la población del quintil más rico, mientras que solo el 1,6% del gasto universitario fue destinado al sector más pobre y el 6,1% para el segundo quintil más pobre. Como conclusión de este estudio considera Cinve que el comportamiento del gasto público en educación «no es homogéneo, destacándose el alto nivel de progresividad que se observa en la educación primaria y el alto nivel de regresividad que se observa en el gasto destinado a la educación universitaria».
En buen romance, puede interpretarse que los recursos que aportan todos los uruguayos tienen un uso más o menos equitativo entre los respectivos estratos sociales de la población en el ámbito de la educación pública primaria y en menor grado de Secundaria. Pero es grotesco, desproporcionado e injusto en el caso de la educación terciaria, que es también «gratuita», pero no por ello abierta y accesible en los hechos a todo aquel que quiera y tenga posibilidades de seguir una carrera.
Es decir que bajo ningún concepto existe la mentada equidad en la educación universitaria, que continúa marginando a los jóvenes de bajos recursos y mucho más aún si provienen del Interior, y solo motivaciones ideológicas y un funcionamiento autónomo de espaldas a la realidad puede explicar que todavía se estén aplicando los viejos eslóganes de gratuidad universal, que solo favorece a los sectores más pudientes de la sociedad. Las autoridades universitarias y los representantes de los respectivos órdenes han levantado como bandera que la Universidad debe continuar con su carácter gratuito para todo aquel que desee cursar estudios, lo que no estaría mal, al fin y al cabo, si la Universidad obtuviera sus propios recursos y en carácter autónomo considerara del caso malgastarlos de esta forma.
Lo cierto es que la Universidad sigue requiriendo cada vez más recursos de Rentas Generales para sostenerse y desestima siquiera considerar el cobro de matrícula a los estudiantes de familias pudientes, que son además la mayoría de quienes cursan este nivel de la enseñanza.
Por lo tanto, mantiene a rajatabla la «gratuidad» para quienes están en condiciones de solventar los gastos inherentes a su formación universitaria, y a la vez reclama más recursos a la sociedad para afectar la mitad de su presupuesto a posibilitar que estudien gratuitamente quienes podrían pagar por ello.
El cobro de matrícula no debería ser la excepción sino la regla en la Universidad de la República, para generar así ingresos que permitan mejorar las becas que se destinan a estudiantes de menores recursos y sobre todo a los provenientes del Interior, para los que la «gratuitad» solo existe en los papeles, pues deben hacer fuertes erogaciones por alojamiento y otros gastos inherentes al traslado desde a Montevideo.
El concepto de «regresivo» utilizado por el Cinve se corresponde en todos sus términos con el escenario de la enseñanza universitaria, desde que la mitad de su gasto beneficia a los hogares más ricos y los sectores de la sociedad más pobres solo reciben el 1,6%. Y encima, todos los uruguayos, aún el que es pobre y vive en el rincón más aislado del país, cuyos hijos jamás tendrán posibilidad de pasar por las aulas universitarias, sigue financiando con sus impuestos esta parodia de igualdad. Una burla grotesca y una afrenta al sentido común del pueblo uruguayo, sobre todo el del sufrido Interior, que recibe las migajas en la formación universitaria.
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