Paysandú, Miércoles 06 de Agosto de 2008
Locales | 03 Ago El 30 de julio celebraron sus 70 años de casados don Pedro Toscanini, de 95 años, y doña Reymunda González Fleitas «Eca», de 90, acompañados por familiares y vecinos muy allegados, con quienes compartieron la merienda con la torta aniversario.
Cariñosos y alegres, tuvieron tres hijos, uno fallecido. Su descendencia llega hasta los tataranietos. «Estamos bien servidos con tanta familia», comenta ella, coqueta, con su cabello color ceniza siempre bien peinado por sí misma.
Don Pedro nació el 9 de setiembre. «¿Vio?, soy del mes más lindo: el mes de las flores y por eso tengo esta flor a mi lado, la más linda flor del pago de Esperanza, y todavía lo es...».
Su familia, compuesta por 11 hermanos, vivía en Parada Esperanza. «A los 14 años me fui de mi casa con un buen caballo, a trabajar. Estuve en la estancia ‘Nueva Melhen’, el Frigorífico ‘Anglo’, trabajé en trillas y me hice hombre solo, sin malas juntas ni vicios. Solo fumé durante dos años y nunca tomé alcohol. A los 17 años volví a Esperanza a casa de mis padres y allí conocí a quien sería mi esposa, en una quermés de la Escuela. Ya no quise seguir andando». Trabajaron los dos para la familia de Antonio y Alejandro Carbone, ella en la casa y él como peón de campo.
El tenía 24 años y ella 20 cuando se casaron en Colonia Porvenir por vía civil y en la Parroquia del Sagrado Corazón el 30 de julio de 1938, festejando en la chacra del padre de la novia en San Francisco.
Continuaron trabajando para la familia Carbone y recuerdan de aquellos años que al venir al pueblo todo les llamaba la atención, ella compraba ropa y calzado en tienda «El Baratillo» o en «La Minerva», ya que el pedido del mes lo hacían en los grandes comercios de ramos generales de Perrone o de Carbo, en Esperanza. Hasta hace tres meses viajaron los dos solos a Rosario (Argentina) a visitar a su hija Olga Teresa, tres nietas y tres bisnietos. Allí él trabajó como sereno en temporadas para el Club Deportivo Policial «Gimnasia y Esgrima».
«Una vez ella se quedó, pero nos extrañábamos mucho y a los tres días estaba de vuelta. Siempre nos quisimos y respetamos mucho. No se puede abandonar a su señora, porque ella lo quiere mucho a uno y otra no lo conoce. Yo nunca la traicioné y así educamos a nuestros hijos. Ahora las cosas parecen distintas. Hay menos respeto por los padres por lo que veo en la calle».
Don Pedro se jubiló hace 30 años y vinieron a vivir a la ciudad donde él empezó a hacer ladrillos, en la chacra de Aliseo Sánchez y alrededores, recordando especialmente a don Bell que le dio mucha tierra para ladrillos.
Su casita en Solano García ante los viñedos de Falcone, «es el mejor lugar para vivir, es como estar en el campo, en libertad, ver salir el Sol y en un paisaje abierto. Fuimos criados y vivimos en el campo. Extrañaríamos mucho si viviéramos en el centro».
Viven rodeados por buenos vecinos como Myriam González y su esposo que están pendientes de ellos, aunque no lo necesitan ya que su salud es excelente. No usan lentes ni bastón, ella cocina y hace las tareas de la casa, muy ordenada y prolija, y don Pedro se ocupa de los mandados en su «chiva» con la «chismosa», además de arreglos en el techo, pinta la casa y comparten sus días entre bromas con buen humor. Se levantan temprano y toman mate, él sentado en la silla que hizo hace 40 años con piques y totora y aún lo acompaña. Su comida es sana, les gusta la TV y hacen una siesta hasta las dos y media, para acostarse a las diez y media. Ella es de Peñarol y él de Nacional, único punto de discrepancia y sutiles bromas -con respeto- entre ambos.
RECUERDOS
«Me gustaba mucho cocinar», comenta la señora. Recuerda el pan casero, las docenas de bollos en grandes asaderas, el pan dulce y las tortas en el horno de leña. Hacía mazamorra en el mortero para el locro y la quinta les proveía de las verduras, ordeñaban y hacía dulce de leche, de zapallo, huevos quimbos, empanadas y otros sanos alimentos.
Ambos son muy buenos bailarines, se divierten narrando anécdotas de sus visitas a Paysandú en camiones para carnaval, las buenas murgas de antes, los tablados con bailes en la calle, los desfiles por 18 de Julio y avenida España, con guirnaldas de luces de vereda a vereda, carrozas y muchas «mascaritas». «Hasta hace poco íbamos a los bailes. En el Club de Pescadores les llamó la atención lo bien que bailábamos y nos preguntaron la edad», dice don Pedro. «A ella le regalaron una tela para un traje y a mí un perfume». En tan significativo aniversario fueron saludados desde tempranas horas de la mañana por vecinos y familia, para celebrar con alegría y en el brindis les cantaron «Cumpleaños feliz» con mucha emoción.
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