Paysandú, Miércoles 06 de Agosto de 2008
Opinion | 04 Ago El haber «perdido el tren» respecto a la posible firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos ha sido responsabilidad del actual gobierno, pero sobre todo de sus contradicciones internas, a partir de las presiones ejercidas por grupos que rechazan, por su ideología, toda «concesión» o relación con Estados Unidos.
Se han situado así en una postura más realista que el rey, a esta altura del tercer milenio, desde que el propio Vietnam, que sobre fines de esa década y principios de 1970 estuvo en guerra con Estados Unidos, evaluó que la mayor oportunidad de crecer era abrirse al mundo y para ello lo primero que hizo fue firmar un TLC con su otrora archienemigo.
Es decir que el país asiático ha razonado que contrariamente a lo que creen todavía algunos sectores del Frente Amplio, incluyendo al ex canciller Reinaldo Gargano, las «solidaridades» en materia de comercio exterior no existen, y sí intereses coincidentes o encontrados y alianzas estratégicas para beneficio de quienes las integran.
Las «solidaridades», precisamente, nos han dejado un Mercosur absolutamente devaluado, en el que se aplica el bilateralismo argentino - brasileño en desmedro de Uruguay y Paraguay.
En un simposio sobre «Inserción de la economía uruguaya», realizado recientemente en nuestro país, con la participación de reputados economistas y expertos en política exterior, hubo coincidencias de los panelistas respecto a que la situación internacional y la nueva realidad de los vecinos de la región hacen que la discusión actual sobre la inserción internacional de Uruguay ya no debe ser entre la ideología «liberal» y la «progresista», sino que el meollo es el trabajo uruguayo contra lo que puedan producir los trabajadores y empresarios del resto del mundo.
Para mejorar este escenario se necesitan políticas de largo plazo, que permitan ir más allá, con pragmatismos concretos y «salir con la valijita a hablar con todos», según da cuenta el semanario «Búsqueda», al resumir expresiones de los expositores en este encuentro.
El economista Luis Mosca, en su análisis de la situación del Mercosur, consideró que además de fracasar en acuerdos con otros bloques y con países desarrollados, lo peor es que las principales economías vecinas y socias «están más distantes en las aspiraciones de la inserción internacional».
A la vez ilustró sobre la política internacional de Brasil, a la que nos hemos referido más de una vez en nuestras páginas por su carácter pendular e imprevisible, por la que al mismo tiempo pretende estar con Dios y con el diablo. Mosca subrayó que Brasil «cambió de estatus» y que hoy «juega en la Liga Mayor de los países emergentes» junto con China, Rusia e India, alcanzó el investment grade, llegó a acuerdos con la Unión Europea, sigue recibiendo gran flujo de inversiones y recientemente logró que se aprobara el tratado constitutivo de la Unión de las Naciones Sudamericanas (Udasur), lo que para algunos analistas demuestra su desinterés en el Mercosur.
Por supuesto que es así, aunque en su momento su canciller Amorim, invitado por el propio Gargano, viniera a advertirnos a los uruguayos que no podíamos firmar el TLC con Estados Unidos porque estábamos «violando» el acuerdo del Mercosur.
Daría para reírse, si no fuera que el canciller y algunos grupos de la fuerza de gobierno lo tomaron con seriedad y hasta como una lección para los promotores del TLC, al punto que lograron que el presidente Tabaré Vázquez, pese a la posición favorable de su ministro de Economía, optaran por no avanzar hacia ese tratado.
Ahora se plantea una nueva oportunidad que deberá evaluar el gobierno, desde que el embajador de Estados Unidos en Uruguay, Frank Baxter, reveló que viene manteniendo reuniones con sus pares de México y Canadá, con el ministro de Economía Danilo Astori y con el de Industria, Daniel Martínez, a efectos de colaborar para que el comercio uruguayo acceda a los mercados de los países integrantes del Tratado de Libre Comercio de Norte América (Nafta).
Uruguay podría así utilizar su tratado de libre comercio con México para ingresar a los países signatarios de ese tratado con preferencias arancelarias, aunque obviamente, no con sus productos en forma directa.
Sin dudas esta perspectiva debería aprovecharse, al abrir una nueva gama de posibilidades, al margen del Mercosur, como lo hace Brasil, para apostar a una mayor diversificación, lejos de las ataduras de la región, con el pragmatismo que requierela inserción internacional, al margen de ideologías y de eslóganes.
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