Paysandú, Viernes 08 de Agosto de 2008
Locales | 03 Ago Lo que me pasó fue que encontré un artículo en el diario que me dejó helado. El título decía «Mesa de comedor en vías de desaparición en Gran Bretaña». El artículo explicaba que, debido a la falta de espacio, a la televisión y a la disgregación familiar, mientras aumentaba asombrosamente la venta de muebles de oficina, cada vez caía más la venta de mesas de comedor.
¡Es más! ¡¡Uno de cada cuatro hogares británicos no tiene mesa de comedor!!
¡Y de los que la tienen, el 31 por ciento solo la utiliza en ocasiones especiales como la Navidad!
Entonces me empecé a dar manija y a convencerme de que el mundo está cambiando justo en el momento en que yo voy pasando. Ya sé... es una visión bastante egocentrista esa de creer que el mundo cambia justo cuando yo me doy cuenta, que somos la generación bisagra, que antes de nosotros no cambió casi nada y que después nada cambiará.
Apenas si se inventó la escritura, nació Jesús, descubrieron América, Artigas peleó con los perros cimarrones, llegamos a la Luna, salimos campeones en el 50, el flaco puso resguardos para esperar a los ómnibus, los blancos se sintieron mal por culpa de los resguardos y poca cosa más.
Me empecé a dar manija con el tema de la tecnología y pensé que a mí no me pasarían nunca esas cosas horribles.
Claro.... seguro que en Gran Bretaña hay muchos matrimonios divorciados. Seguro que los pocos que siguen casados tienen empleadas que les dan de comer a los niños en otro horario.
Claro... lo más probable es que trabajen ambos, entonces no se ven a mediodía.
Seguro que los hijos hacen doble horario en el colegio y comen allí.
Lo más probable es que muchos pidan comida rápida por teléfono y coman sentados con la bandeja en la falda, mirando televisión.
Casi seguro que otros están en la mesa de la computadora con la muzzarella chorreando cerca del teclado.
¡Ojo al piojo!
¡Este es solo el comienzo!
¡¡Nos van a sacar todas las mesas y todos los muebles que sirvan para encontrarnos!!
Un día de estos, cuando yo esté distraído, se llevarán todas las sillas de Gran Bretaña, de Francia y de Rincón de la Bolsa. Habrá que sentarse solo en sillas con rueditas de oficina.
¡Y después vendrán por las nuestras!
No se necesitarán cocinas, porque la gente ya tiene el delivery, desaparecerán los platos y las fuentes, las motos con sidecar y los bancos de plaza, las bicicletas dobles y los sillones de tres cuerpos, las camas matrim... ¡¡¡¡las caaaamas!!!! ¿Para qué pueden querer una cama si se duermen en el sillón mirando televisión?
¡¡¡Que nadie se atreva a tocar mi cama!!!
Seguro que las familias no se verán ni en Navidad y las esposas le enviarán mensajes de texto a sus esposos con una foto de un bebé en el celular: «Gdo tqm, ¿sbs? El sbdo tuve 1 bb es h, yamm, es = al hno cmnkt x100pre jtos. Va pic»
Seguro que inventarán sillones como los juegos de las maquinitas donde se pueda comer, dormir, jugar, chatear, trabajar e incluso le agregarán alguna función: insertar-objeto-inodoro.
Me acerqué a casa con la promesa de no permitirlo, me fui aproximando con la intención de empezar a comunicarnos más, de hablar, de no dejar que la tecnología nos robe las mesas, los encuentros, el amor, las Navidades, la Semana Santa, la Batalla de la Piedras y la Noche de la Nostalgia.
Apenas llegue le voy a hablar a mi hija de la menstruación. Hoy le voy a explicar todo eso, y a mi hijo le voy a decir que no se deje tocar en ninguna parte por ningún señor que no conozca, le voy a hablar de los peligros de los vestuarios, del sida y de la marihuana. A mi otra hija le voy a hablar de los reyes, del embarazo y del alcohol. Con mi mujer hablaré de nuestra intimidad, de la frecuencia, de prender la luz y de los trajes de cuero.
¡Está bien... debí haberlo hablado antes, pero recién ahora me encontré con este artículo de la mesa en Gran Bretaña!
¡¡¡No me robarán a mi familia!!! ¡¡¡No permitiré que se queden con lo que más quiero!!!
Me acerqué por el corredor, repitiendo una y otra vez lo que iba a decir al abrir la puerta:
- Gorda, chiquilines, a conversar, a almorzar juntos, a hablar de nuestros problemas. Por suerte somos una familia uruguaya que conversa y no somos británicos. A sentarse alrededor de la mesa del comedor...
Abrí la puerta y les dije:
- Gorda, chiquil... gorda...¡¡¡CHIQUILINEEEES!!!»
Nadie me dio pelota.
Mi mujer miraba a Osvaldo Laport que le estaba custodiando el amor a la Silveira, mi nene mascaba chicles, escuchaba música con auriculares y jugaba al play station, mi hija mayor no paraba de chatear con sus amigos y mi hija menor tecleaba desesperadamente con el pulgar en el celular que le trajo Papá Noel (o sea un nabo).
Repetí ahora con un poco más de fuerza, es decir... grité:
- ¡¡GOOORDAAA, CHIQUILINEEEEEES!!- y me sentí absolutamente ignorado.
¡Mi familia está enchufada!
- Luci, Lucianita... tenemos que hablar- dije casi con desesperación, y senté a mi hija sobre mi falda.
- Hay un momento en la vida en que el ciclo, es decir... esteeee... el mes... o sea... hay un momento en que la mujer se hace mujer... y... esteeee... la vida comienza- dije con algo de vergüenza. No te asustes cuando veas los cambios, ese día notarás que...
- Papá -dijo mi hija- quisiera decirte dos cosas. Una: que esta silla es de plástico y no va a aguantar. Yo peso 65 kilos, porque ya tengo 19 años. Dos: me parece medio tarde para arrancar con este tema.
- Bien... entonces hablemos de algún dragoncito.
- ¿Dragoncito?
- Claro, algún amigovio. El tema es así: ellos primero te van a querer dar un beso y con la excusa del frío te van a pasar el brazo por el hombro. ¡Ojo, Lucianita, ojo! ¡Te quieren tocar!
- Papá ¿no te jode conversar después? Tengo a Esteban en el messenger y me pregunta si nos vemos esta noche. A propósito, creí que sabías que con Esteban tenemos relaciones hace un año y medio.
- ¿Relaciones? ¿Cóóómo relaciones? ¿Bailan el pericón en el liceo?
Como no me contestó, me dirigí a mi hija menor que parecía tener un dedo pulgar electrónico. No paraba de darle al dedo gordo, miraba hipnotizada la pantallita del celular, se reía, se enojaba y le daba al dedo como cuando yo trabajaba de telegrafista en el ferrocarril.
- Laurita, largando el aparato mi amor, llegó papito.
- ........
- Papito, llegó papito.
-.........
- ¡PAPITOOOOOO! ¡LLEGóóó PAPITOOOOOOOO!
- Hola, papá, n t Esch xq estaba cht.
- No te entiendo, Laurita. ¿Podemos hablar de los Reyes Magos, de Papá Noel y del Ratón Pérez?
- Tng q acer es trd, xdon, salu2, a2.
- ¿Sabés que no te entiendo nada? ¿Podés dejar de hablar como Giordano? Mirá... el Ratón Pérez...
- ¿El de la Intendencia?
- ¡Nooo! Cuando se te cae un diente y lo ponemos debajo de la almohada...
- Papá, podés callarte un poco que no puedo leer los mensajes?
Bien, creo que debo probar con Santiaguito.
- Iujuuuu... Santiaguitoooo.
Mi hijo movía la cabeza al ritmo de la música, que seguramente estaba escuchando, pero nada. Ni pelota. Salté adelante, abriendo y cerrando las piernas y haciendo señas con los dos brazos, como los tipos que estacionan aviones.
Me fui al dormitorio y lo llamé por teléfono al celular. Yo no lo veía, pero seguro que le vibró en el bolsillo y dijo:
- ¿Qué hay?
- Hay yo, mi amor. Es papá.
- ¿Qué onda, Pá? ¿Qué hacés en el tubo?
- Tenemos que hablar, Santiaguito, es sobre los vestuarios.
- ¿Los vestuarios?
- Si, es sobre si te quieren tocar.
- ¿Cambiaste de marca de vino, papá?
- No, es que... es por lo de la mesa del comedor y me gustaría ver cómo va la escuela.
- Papá... estoy en tercero del liceo ¿Estás consumiendo algo más que vino?
- ¿Podemos vernos personalmente Santiaguito?
- Ahora estoy complicado. Es más, tendrías que cortar, porque me está por llamar mamá.
- Pero... si tu mamá está al lado tuyo.
- Ya sé, en los reclames me manda mensajes de texto que son baratísimos. Son más baratos que hablar personalmente. Lo más barato que existe en el mundo es mandar mensajes de texto.
Corté.
Fui otra vez al comedor, me paré a la espalda de la Gorda, apoyé las manos en sus hombros y le dije:
- Gorda, algo grave está pasando en esta familia.
- ¡¿Nos van a cortar el ADSL?!
- Peor, Gorda, peor.
- ¿¡¡El Cable, van a cortar el cable!!?
- Peor.
- En los reclames, viejo, en los reclames me lo contás.
- Es importante, te hablo de la falta de comunicación. Antes no me podía comunicar con mis padres, porque todo era tabú y prejuicios, no me tenían en cuenta, lo que yo hablaba no le importaba a nadie. Ahora que cayeron los prejuicios y el tabú y yo le doy pelota a los gurises, los medios de comunicación nos tienen incomunicados. ¡Y eso que todavía tenemos la mesa de comedor!
- ¡¡Pará, Javier, por favoooor!!- gritó mi mujer sin sacar los ojos de la pantalla- Laport acaba de darle un sopapo a la Soledad... es terrible ¿Qué miércoles te pasa con la mesa?
- KO - NPN - TQPSA -le contesté.
Y me vine. Largué todo.
Me vine a vivir al medio del campo, entre los animales.
¡Total, para estar comunicado así, más vale estar incomunicado!
....................
- Sí. Me gusta el ranchito; se lo alquilo.
- ¿Equipaje? No... solo este bolsito. ¡Ah!, en la camioneta hay una mesa de comedor para bajar. Otra cosa... ¿no se anima a venir a cenar esta noche?
Marciano Durán
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
Ago / 2008
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com