Opinion | 06 Ago Es plausible en principio la decisión de la comuna de retener los vehículos que circulan sin chapa matrícula o carentes de documentación. Si bien se trata de una medida drástica, es la única herramienta con que cuenta la autoridad para controlar a quienes están por fuera de toda ley, sabiéndose impunes a las multas por ser inidentificables o sencillamente porque los «papeles» no corresponden al actual propietario y tienen deudas acumuladas que resultan impagables.
En estos casos, agregar otra boleta al prontuario no tiene sentido, puesto que generalmente el verdadero dueño del vehículo no figura en los documentos, quien aparece en éstos en ocasiones hace años que lo vendió, o cuando existe un título de propiedad está a favor de otra persona y seguramente habrá varios compromisos de compra-venta y poderes firmados entre medio. En definitiva, son «fantasmas» u «orejanos».
Pero en tiempos de grandes anuncios y pocas concreciones, habrá que ver hasta dónde se animan a llegar en los controles. No es la primera vez que la Intendencia amenaza con ir hasta las últimas consecuencias; sin ir más lejos, hace más de un año que supuestamente están retirando motos, con galpones llenos de birrodados en infracción. Cuesta entender entonces cuál es la diferencia entre aquella medida y la actual, si es que tan bien se estaba desarrollando, a decir del director de Tránsito, Ing. Carlos Fábregas y del encargado de Movilidad Urbana, Sergio Coelho, en notas publicadas en EL TELEGRAFO. Además, hasta ahora la experiencia indica que los controles siempre son de corta duración, con un fuerte impulso inicial y con un gradual decaimiento, hasta perderse en el olvido. Así las cosas, al poco tiempo nadie se acuerda del asunto y todo vuelve a la calma, reinstaurándose el caos al que ya estamos acostumbrados. Y, desgraciadamente, así no sirve.