Paysandú, Martes 12 de Agosto de 2008

Cuando los chanchos chiflen

Deportes | 08 Ago La noticia parece una tomada de pelo. Si uno escucha que cada deportista uruguayo que gane una medalla en los Juegos Olímpicos de Beijing será premiado con 45 mil dólares, el primer reflejo natural del cuerpo de cualquier uruguayo es reír como nunca antes.
Primero que nada, porque es una verdadera utopía pensar que alguno de los deportistas que representarán a nuestro país en la máxima cita del deporte universal corra con chance de colgarse una presea, más allá de que toda la esperanza se centra en que las piernas de Wynants se despierten como nunca el día de la competencia.
Por eso, es casi como prometer algo a cambio de una cosa que sucederá el día en que los chanchos chiflen. Más claro: se promete un premio por algo que, salvo un verdadero milagro, nunca se alcanzará.
Y ahí radica la tomada de pelo. Porque está más que demostrado que los deportistas uruguayos están hechos de buena madera y que lo que falta, y se necesita desesperadamente, es la aparición de recursos para poder solventar una preparación en serio.
Sacando la cuenta y suponiendo que los 12 atletas celestes que estarán en Beijing alcancen un lugar en el podio, los genios que deciden los destinos del deporte uruguayo afuera del escenario natural de cada disciplina están en condiciones de desembolsar 540 mil dólares.
Está claro: no hace falta explicar que ese medio millón de dólares virtual quedará donde supuestamente está.
Pero sería realmente para aplaudir que ese dinero imaginario se volcara a la preparación seria de los deportistas, para que puedan representar al país de la mejor manera y, entre comillas, en mediana igualdad de condiciones que los rivales de élite del resto del mundo.
Porque estoy seguro que ninguno de los 12 atletas en Beijing cambia la posibilidad de acceder a 45 mil dólares a la de colgarse una medalla olímpica en el cuello y saborear las mieles de la gloria deportiva.
Pero se vuelve a lo de siempre. «Que vayan como puedan, que si ganan estamos todos juntos y sacamos pechera». Y viene a la mente el sacrificio personal de Milton Wynants para comprar la bicicleta con la que alcanzó la medalla de plata en Sydney 2000, para que a la vuelta de Australia se le hiciera un acto público por parte de los gobernantes de turno (y acá no hay color político) y se le entregara, con bombos y platillos. una bicicleta. No sé usted; pero yo, estoy seguro que la hubiera necesitado antes, cuando nadie esperaba que se subiera al podio. STB


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