Paysandú, Miércoles 13 de Agosto de 2008
Locales | 10 Ago (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). Hillary Clinton dijo en Las Vegas, Nevada, que espera que Barack Obama llegue a la Casa Blanca, aunque destruyó sus sueños presidenciales.
«Mi misión y mi tarea como presidente de los Estados Unidos será asegurar que cada mercado en el mundo esté abierto a sus productos», indicó en tanto el candidato republicano John McCain en Des Moines, Iowa, ante productores agrícolas.
Por otro lado, mientras el precio del crudo continúa bajando y lentamente hace lo mismo la gasolina —ahora a U$S 3,65 por galón— las ventas de las naftas más refinadas cayeron estrepitosamente. De acuerdo a la Asociación de Vendedores de Combustibles de New Jersey, las naftas premium representaron menos del 5% de las ventas totales, cuando un par de décadas atrás sumaban entre el 30% y 40%.
Es que aún cuando actualmente más vehículos que nunca están diseñados específicamente para ser utilizados con las naftas más refinadas, el elevado precio de los combustibles y la creciente incertidumbre económica hacen que los conductores opten por la común.
La economía continúa debilitándose, aunque obviamente vuelve a aparecer la esperanza, no solamente por la cercanía de un nuevo gobierno, sino por el descenso del precio del combustible. Todavía muy tenue, pero algo es algo.
No obstante, la paulatina suba de precios, especialmente en los rubros alimentación y energía, eclipsó —de acuerdo al Departamento de Comercio— la inyección de dinero en los cheques de estímulo otorgados por el gobierno, globalmente miles de millones de dólares.
Y mientras el mercado immobiliario continúa con grandes dificultades, se espera que a fin de año, la inflación sume 3%. En Uruguay, el gobierno espera que a fin de año la inflación baje a un 7%, cuando en 2007 fue del 8,5%, dos puntos por encima de las previsiones oficiales.
La inflación, en definitiva, provoca más de un dolor de cabeza a nivel mundial. Hay, obviamente, ejemplos extremos. Por caso, el de Zimbabwe, donde hasta hace pocos días, para comprar unas naranjas había que pagar con el billete de 100.000 millones (aunque parezca increíble, ese era el de mayor nominación). Pero ahora, el gobierno le sacó 10 ceros a la moneda oficial, el dolar zimbabuense. Es que el país del sur del continente africano enfrenta una inflación de 2,2 millones por ciento. Eso si, con un billete de 10, solamente se pueden comprar algunas naranjas. Por ahora.
De acuerdo al Fondo Monetario Internacional Japón tiene una inflación de apenas 0,6% anual. Brunei, apoyado en su petróleo y sus yacimientos mineros, tiene una inflación muy parecida, de solamente 0,8%.
Aunque también con petróleo, Venezuela tiene que lidiar con un 25,7% de inflación, por encima de Birmania (o Myanmar, vaya uno a saber), las Seychelles (un toco así de islas en el Índico), Ucrania, Irán y Etiopía, todos con una inflación superior al 20%.
Cómo Kiribati, un archipiélago al noreste de Australia, lleno de cocos y poca cosa más, puede tener una inflación del 1% anual es un misterio, pero bien vale la pena que Astori se asesore con su ministro de Economía.
En fin, estos son días de juegos. Olímpicos. China deslumbró al mundo con una ceremonia i-naugural impresionante, en la que no participó el sanducero Milton Wynants, como no lo ha hecho desde el 2000, porque considera que eso le cansa y quita concentración. Y aunque solamente habrá un puñado de criollos en Beijing, cada uno sueña con una medalla.
Aquí, la canción de los Juegos Olímpicos Beijing 2008, ciertamente tiene otra lectura, aunque igualmente fraterna y global. Porque los inmigrantes, con y sin documentos, creen en las mismas cosas que la canción «Tu y yo», sostienen que «ambos del mismo mundo/ corazón a corazón/ somos una familia/ por un sueño viajamos/ miles de millas».
Para estar aquí, en esta nación que nunca termina de conocerse a sí misma, que nunca deja de segregar, ayer a negros, hoy a latinos, mañana vaya uno a saber. Pero aquí estamos. Muchos para quedarse, otros para retornar algún día a su tierra, porque —como canta Sabina— «cuando la muerte venga a visitarme/ que me lleven al sur donde nací,/ aquí no queda sitio para nadie». Pongamos que hablo de Uruguay.
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