Paysandú, Viernes 15 de Agosto de 2008
Locales | 10 Ago Esta es una buena oportunidad para demostrar que he desarrollado una nueva capacidad.
En los últimos años he conseguido aprender las técnicas de la lectura del pensamiento, dominio de los lectores y tele-órdenes (órdenes impartidas a distancia).
De tanto escribir he ido adquiriendo algunos poderes que me permiten entenderme con los lectores aunque no nos estemos viendo.
Cuando digo «lectores»... hablo de usted.
Yo sé que suena raro, pero creo que después de cinco años de escribir crónicas ha llegado el momento de confesame: Señora, señor... siempre supe lo que usted estaba pensando. ¡Siempre!
Antes de escribir escarbo en su cabeza para alimentarme, mientras escribo me nutro de su pensamiento y al finalizar digo: «¡Acá está, esto es lo que pensó y no se da cuenta que yo lo sé todo!».
Y no solo sé lo que ha estado pensando... ¡Sé cual es su problema hoy!
Se lo demostraré al final de la crónica.
Antes hagamos algunas pruebas para entrar en clima.
Veamos... déjeme adivinar, usted en este momento tiene su trasero sobre una silla, su mano izquierda viaja de la pierna a la mesa y de la mesa al teclado, su mano derecha no deja de juguetear con el mouse, tiene un pie apoyado en el suelo (si los dos se apoyan, mi versión también es correcta), la ventana está cerrada, tiene el messenger abierto, desde ahí alcanza a ver el teléfono o el celular y esa pollera le queda bien (esto, como te imaginarás, no es para vos... es para usted).
Estas pruebas requieren de seriedad, si piensa que esto es broma deje de leer ya.
...
...
...
Bien, es poco serio lo suyo porque sigue leyendo a pesar de creer que esto es joda.
...
...
...
Está bien, comencemos con una prueba con sus ojos.
Modificaré su frecuencia de pestañeo.
Aunque no lo crea.
¿Cada cuánto pestañea?
¿Cada 15 segundos?
¿Cada 20 segundos?
Piense.
¿Usted es consciente del pestañeo?
Cuando está pestañeando... ¿piensa que está pestañeando?
Voy a hacer que pestañee cuando no pensaba hacerlo, voy a cambiarle la frecuencia.
Cuando yo se lo indique.
No podrá ignorarme.
Podrá más que usted.
Usted va a pestañear cuando yo se lo ordene.
¡No pueeedo creer! ¡Se entregó! ¡Pestañeó antes de que le diera la orden!
¡¿Otraaaa vez?!
¡Pareeee, que se le secan los ojos!
¡Pare un poquito, aflójele a la ansiedad!
Cuando yo le diga.
¡Ahora!
¡Pestañee!
...
...
¡Bien!
Empezamos bien, lo increíble del caso es que usted se cree que es la única persona que lo hizo, cuando en realidad todos son «usted», todos los que están leyendo acaban de hacerlo.
Recuerde que al final le voy a decir cual es el problema que no le permite dormir bien.
Antes de pasar a la siguiente prueba adivinaré algunas cosas que usted está pensando.
Conteste sin pensar mucho, tiene que ser una respuesta espontánea.
Diga lo primero que se le venga a la mente.
Responda.
El nombre de cualquier führer alemán. ¡Ya! ¡Conteste!
...
...
Estoy seguro que dijo «Hitler».
Otra.
Nombre un país cualquiera con forma de bota.
...
...
¡Italia! ¡Pensó en Italia!
Pero... anímese, dígalo fuerte. Que no le dé vergüenza.
Nombre un político argentino, cualquiera, aunque sea presidente.
...
...
Usted dijo «Kirchner».
Y ahora miran hacia donde esta usted.
Jódase.
...
Nombre una flor.
...
...
¡Rosa, dijo rosa!
Un oficio.
...
...
¡Bieeeen! Carpintero.
Y si por alguna razón se jugó por otra flor o por otro oficio, lo hizo porque los nervios se están apoderando de usted. Estoy a punto de descubrir delante de todos los lectores cuál es su problema.
Antes de eso haremos la prueba de tragar saliva.
Iba a hacer la de controlar la respiración, pero la última vez que la hice me comí un juicio por culpa de dos tipos que se me quedaron duros.
Mejor hacemos la de tragar saliva.
¡Aguante!
¡Noooo!
¡No trague todavía!
Cuando yo le ordene.
Primero piense... ¿usted es consciente de que traga saliva?
Por ejemplo... ¿cuándo fue la última vez que lo hizo?
¿Notó cuando la saliva pasaba por su garganta?
Cuando vuelva a tragar saliva... ¿lo notará?
¿Será consciente de que está tragando saliva?
¡Nooooo!
¡Todavía nooooo!
¡Tragó saliva antes de recibir mi orden!
Ahora.
¡Trague!
Bien.
...
...
Ahora que se entregó decididamente, le voy a explicar qué cosa es lo que yo sé de usted.
Lo siento, pero... me enteré que uno de los problemas que tiene es con su edad.
Y me enteré que tiene también un problema de orden sexual.
Usted sabe bien que está recibiendo ofertas por correo electrónico desde hace un tiempo.
No me pida que sea más explícito, los dos sabemos de qué estoy hablando.
Esos correos que borra apenas llegan al grito de «¡Spam, puro spam!»
No existen las casualidades.
Ellos se enteraron de lo mismo que yo.
Si le están ofreciendo eso es porque usted o su cónyuge comentó algo con la ventana abierta.
Trataremos de confirmarlo.
Por las dudas, déjeme hacer una pruebita antes de seguir: ¿Hay algún menor leyendo esta crónica?
Deje de leer.
¡Usted no!
Te hablo a vos, nene. ¡Dejá acá, que esto es para tu papá o tu mamá!
...
Bueno, ‘tá porfiado el nene, así que voy a tener que usar un truco para despistarlo y que no se entere de su problema.
Vamos a darle un toque de jardinería a su inconveniente.
Le dije que uno de sus problemas es la edad.
¡Otro es la frecuencia con la que riega el potus!
Vamos a hacer algunas pruebitas.
Eso sí, si las pruebas me salen bien usted tendrá que darme la razón.
¿De acuerdo?
¿Está claro?
Si la prueba sale bien, yo tendré razón respecto a sus preocupaciones por la edad y el riego mensual.
Agarre calculadora o lápiz y papel.
Lo espero.
Vaya, yo no me muevo.
...
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...
...
...
Inicio, programa, accesorio, calculadora.
...
Primera pregunta: ¿Cuántas veces por mes le gusta regar el potus?
El número que anote debe ser mayor a cero (si no, está realmente mal) y menor a diez (si no, miente descaradamente).
¿Cuántoooo?
Multipliquemos por dos ese número, me parece muy poco para su edad.
Ahora súmele los dedos de su mano derecha (sin ninguna doble interpretación)
¿Le sumó?
Lo que le dio, multiplíquelo por 50.
¿Ya cumplió años este año?
Entonces súmele 1757.
¿No ha cumplido aún?
Entonces súmele 1756.
A lo que le dio réstele el año en que nació, usando cuatro cifras.
Bien, seguramente le ha dado un número de tres cifras.
Si mi teoría es correcta en cuanto a la frecuencia con la que riega el potus y la edad que tiene, si estoy en lo cierto, si es cierto lo que sé de usted: el primer número corresponde a las veces que dijo que le gustaba regar y los otros dos son los años que tiene hoy mismo.
Finalmente, si usted ha leído toda la crónica, ha realizado todas las pruebas, ha sumado y ha restado, ha pestañeado y ha tragado saliva; otra de las cosas que hemos averiguado de usted es que está realmente al pedo buena parte del día.
Si lo hizo en la computadora de su casa, entonces su cónyuge tiene razón cuando dice «te pasás todo el día paveando con la computadora ¿Por qué no agarrás la regadera de vez en cuando?».
Y si lo hizo en la computadora de su trabajo... entonces vamos a hablar del verdadero problema suyo.
Todo esto no era para hablar de riegos ni de pestañeos.
Le voy a contar cuál es su verdadero problema: ¡Usted está realmente para la joda!
Porque vive quejándose de los demás.
Vive diciendo que hay que achicar al Estado, vive hablando de los avivados, de los empleados (públicos o privados) ineficientes, de los tipos a los que les pagan el sueldo y pierden el tiempo en estupideces.
Usted habla de ética, habla de los que se llevan hojas y lapiceras para la casa y hasta se llena la boca con el «abuso de funciones».
¿Sabe una cosa?
Así estamos en estos países por culpa de gente como usted.
¡Así está el mundo, amigos!
Por culpa de gente dispuesta a hacer cualquier guarangada con tal de que se la pidan por Internet.
Su problema no es sexual ni es de jardinería.
Su problema es la incoherencia.
Su problema es que usted le hace caso a cualquier idiota.
¿No me cree?
Fíjese cómo hace caso: vaya dejando de leer.
...
Chau manejable.
Chau obediente.
Chau incoherente.
¡Pestañee!
¡Trague saliva!
Y ahora...
¡Deje de leer!
¡Es una orden!
¡Yaaaa!
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