Opinion | 11 Ago El Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay inició en julio, en un barrio montevideano, una iniciativa que a primera vista aparece como cruel: no dar monedas a los niños que mendigan.
Ese fue el primer paso de una campaña nacional de desestimulación de la mendicidad infantil callejera. Los folletos que se están entregando exhortan a la ciudadanía a no dar dinero a los niños en tanto fomentan su presencia en las calles y los aparta de las escuelas.
El presidente del Inau, Víctor Giorgi, aseguró que el pedido puede ser chocante, pero en general quienes trabajan con la población de calle comparte el punto de vista: la moneda no ayuda a cambiar la situación del niño e incentiva su permanencia en las calles. Según expertos del instituto, la limosna es parte de un circuito negativo que estimula el trabajo infantil y complementa las estrategias de padres que mandan a sus hijos a pedir, o de niños que descubren esa manera de hacerse de dinero. Un estudio hecho en noviembre de 2007 reveló que cerca del 35% de los niños que deambulan por las calles montevideanas practican la mendicidad.
Algunos legisladores opinan que, para comenzar a resolver el problema, a los padres se les debiera imputar el delito de «omisión de deberes» inherentes a la patria potestad. Entienden que el problema es el adulto, no el niño. El Código Penal establece multas para los casos de «instigación a la mendicidad», pero son raras los ocasiones en que se aplican.
Sin duda, tras la mendicidad infantil está la familia, que intenta sobrevivir o que los explota mediante ese procedimiento. Por eso, si todos nos negamos a dar monedas a los niños que en vez de estar en la escuela o jugando están pidiendo, este negocio ya no dará resultados y, por lo menos disminuirá.
Es cierto que a la mayoría nos entristece ver a niños deambulando, con sus caritas sucias y pies descalzos, incluso de noche. Pero debemos ser conscientes que si les damos monedas, estamos colaborando con la explotación infantil.
Hay otras maneras de ayudar, como colaborar con los programas que llevan adelante distintas fundaciones y asociaciones. Si de verdad queremos colaborar con estos niños, encontraremos otra forma de hacerlo.