Paysandú, Lunes 18 de Agosto de 2008
Opinion | 14 Ago El encierro del Mercosur, tal como está planteado, presenta cada vez menos atractivos para Uruguay y para el otro socio menor, Paraguay, en un escenario que siempre ha planteado asimetrías, incongruencias y desigualdades en el relacionamiento con los grandes socios, afectos al bilateralismo y a decidir en forma inconsulta las decisiones que imponen al bloque.
A partir del fracaso de la Ronda de Doha surge inequívocamente un trazado posible para el replanteo regional en base a una necesaria flexibilización que permita la concreción de acuerdos bilaterales que revitalicen economías como las de Paraguay y Uruguay y les permitan escapar al corsé argentino-brasileño.
Y esta posibilidad surge a partir de las diferencias con que Argentina y Brasil actuaron en la fracasada última reunión de la Ronda de Doha, donde Itamaraty actuó en forma pragmática, alineado con los dos socios menores del acuerdo en cuanto a la apertura de los mercados agrícolas y la desarticulación de los subsidios, en tanto Buenos Aires marcó una postura fuertemente proteccionista, en la que se sustenta precisamente su economía de subsidios cruzados en lo interno y proyectados también a lo externo.
La Cancillería uruguaya, a partir de la sustitución de Reinaldo Gargano por el actual titular Gonzalo Fernández, ha tenido una actitud menos obsecuente con los intereses de los «grandes» y por el contrario, más alineado con la visión del ministro de Economía y Finanzas Danilo Astori. Plantea una actitud crítica respecto al bloque, sin promover una ruptura pero sí apostando a una apertura simultánea a otros mercados, sin exclusiones.
Es así que el gobierno uruguayo propondrá a los socios del Mercosur retomar las negociaciones que quedaron truncas con la Unión Europea y Estados Unidos como parte de una estrategia común para enfrentar el fracaso de la Ronda de Doha y como forma de lograr avances en el proceso de integración regional estancado en los últimos años, según da cuenta el semanario «Búsqueda».
Esta posibilidad es manejada por el director de Asuntos Económicos y de Mercosur de la Cancillería, Elbio Rosselli, quien precisó que Uruguay «solicitará flexibilidad en las negociaciones externas» para que los socios «puedan avanzar a velocidades diferentes» si es de su interés, en una diversidad de modalidades posibles en el marco de una negociación conjunta, como es el caso de un convenio marco Mercosur-México, «dentro del cual el país pueda avanzar rápidamente hacia un acuerdo de libre comercio».
Claro que el Mercosur es una cosa en los papeles y otra en la realidad, y por algo subsiste una parálisis notoria en el relacionamiento del acuerdo regional con otros bloques y países, desde que existen intereses conflictivos dentro de nuestra región, que se agregan a las asimetrías en las economías.
Pero igualmente, a grandes rasgos, sobre todo a partir de la era Kirchner, la Argentina plantea posturas muy distintas a las del resto de los socios, pese a que siga practicando el bilateralismo con Brasil, un socio que además tiene sus propios intereses extrarregión y que nunca ha sido muy confiable.
Para Rosselli, Argentina ha elegido un modelo de desarrollo muy distinto al de sus socios comerciales, desde que Buenos Aires practica «un neoindustrialismo muy proteccionista del mercado interno, con lo cual no será fácil compatibilizar la negociación externa del bloque».
Este es precisamente el nudo gordiano en el bloque, y el que Rosselli propone obviar en su tesis de las velocidades diferentes, permitiendo que Paraguay, Uruguay y Brasil avancen a ritmo más veloz que la Argentina. Este país puso de relieve una postura abiertamente proteccionista en la última reunión del Grupo de Doha, en las antípodas de Brasil, Uruguay, Paraguay, China, Indonesia e India. Lo resume Rosselli cuando afirma que «es claro que hay distintas estrategias entre los grandes socios del Mercosur. Mientras buena parte de la industria brasileña ahora ganó terreno y pide acceso a otros mercados, en el caso de la Argentina lo que prevalece es la protección».
Claro que tampoco se tiene claro qué es lo que realmente se puede hacer en el Mercosur, que no forma parte de las prioridades de Brasil, como tampoco lo es alinearse con Paraguay y Uruguay para acceder a mercados que puede lograr por sí solo, sin necesidad de enemistarse con Argentina.
Esta es sin dudas la mayor interrogante a despejar, desde que los antecedentes de la ambivalencia brasileña son negativos para los pequeños socios. En realidad, las expectativas de cambios más o menos profundos en el Mercosur en el futuro inmediato son muy reducidas, tanto como la posibilidad de que Brasil se pare en la vereda de enfrente a la de Argentina.
Todo indica, lamentablemente, que de no revertirse este condicionamiento, avanzaremos por la senda del «menos y peor Mercosur», por lo menos para Uruguay, y que poco y nada podremos esperar mientras se siga ignorando premeditadamente los compromisos contraídos desde la fundación del bloque.
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