Paysandú, Jueves 21 de Agosto de 2008
Locales | 14 Ago Tras más de dos días desde la intensa granizada registrada en la zona de San Félix y Casa Blanca, con piedras de un tamaño no menor a un huevo de gallina, hay zonas en las que todavía se conservan masas de hielo de unos 20 centímetros de espesor, e incluso piedras enteras en zanjones y junto a muros, como es el caso de la estancia «El Ubajay», ubicada en esa área.
EL TELEGRAFO tuvo oportunidad de dialogar con el propietario del establecimiento, ubicado al Sur del barrio San Félix, en el camino a Casa Blanca, Timoteo Rely, quien relató lo acontecido en los 20 minutos más largos de su vida, cuando la furiosa tormenta de viento, lluvia y piedra se abatió sobre ese sector cercano a la ciudad.
Indicó que sobre las 17 del lunes, desde el suroeste llegó un frente de tormenta que oscureció el cielo y poco después se desató una turbonada que se transformó en pocos minutos en una enorme granizada, que «pareció interminable, con un gran estruendo», y dejó las 600 hectáreas del establecimiento como si fuera un campo de guerra.
Relató Rely que «en mi caso y mi familia nos sorprendió a cubierto, pero no tuvieron la misma suerte numerosos animales y una gran cantidad de pájaros que quedaron fulminados en pocos minutos en todo el campo. Eran piedras del tamaño de un huevo de gallina y más, que no terminaban nunca de caer. En ese ratito, que pareció interminable, quedaron en el suelo unos 20 centímetros de piedras, hasta donde se perdía la vista».
El ruido era ensordecedor, y la densidad de la pedrea causó estragos en la vegetación circundante e instalaciones. Señaló Timoteo Rely que el granizo devastó la plantación de 60 hectáreas de cebada que había plantado en junio, y lo mismo ocurrió con 50 hectáreas de praderas para alimentar el ganado, «que ahora anda buscando comida y tendremos que alimentarlo de otra forma. Además los terneros y otros animales que estaban en la vuelta han quedado como atemorizados, prácticamente no se mueven, parecen aturdidos, y no sabemos qué les va a pasar».
Los árboles de la zona resultaron realmente «molidos» por las grandes piedras, las que también dañaron las tejas del techo de la casa de la estancia, vidrios y el revoque, así como otras instalaciones, y el monte de eucaliptos cercano quedó con su follaje picado en el suelo, en tanto los troncos y postes quedaron prácticamente «limpios» del lado del Sur, desprovistos de cáscara.
«Después de la tormenta, y se siente todavía hoy, quedó en el ambiente un intenso olor que emanan los pastos picados y el eucalipto molido», hizo notar Rely, quien dijo que felizmente no hubo personas lesionadas por el meteoro, pero sí severas pérdidas y momentos muy difíciles de olvidar ante la furia de la naturaleza concentrada en esa zona.
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