Paysandú, Viernes 22 de Agosto de 2008

Políticas contra el desempleo estructural

Opinion | 20 Ago En tanto los analistas consideran que el desempleo está llegando a un piso que podría considerarse «estructural», es decir de personas con escasa disposición a adquirir compromisos laborales o de aptitudes que hacen muy difícil ingresar de una u otra forma a la masa activa, tampoco existe en Uruguay una correspondencia entre la mejora en la actividad económica que indican los números de la macroeconomía y la situación del empleo.
De acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en los últimos tres años la economía uruguaya creció a un ritmo anual promedio de 7%, y en ese período los puestos de empleo aumentaron por debajo del incremento en el Producto Bruto Interno (PBI).
Así, en 2005 la mejora del empleo fue del 1,4%, en 2006 del 5,5% y en 2007 del 5,8, pero se estima muy difícil que este escenario cambie sustancialmente este año, a la luz de la evolución del panorama socioeconómico, y por llegarse a niveles estructurales de desempleo y subempleo.
En este contexto no se ha logrado abatir sustancialmente el alto informalismo en la actividad económica, incluyendo el empleo y el subempleo, al punto que cuatro de cada diez trabajadores no están registrados en la seguridad social, trabajan menos horas de las que desearían o padecen ambas carencias simultáneamente, según da cuenta «El Observador».
A la vez, la mejora en la actividad económica no ha tenido un carácter redistributivo significativo, si se tiene en cuenta que una buena parte de los puestos de trabajo creados en los últimos tiempos en el país son de mala calidad, aunque en cuatro años y medio el descenso de trabajadores «con dificultades» se situó en el orden de las 41.000 personas.
El informalismo, más precisamente los trabajadores que no están registrados en la seguridad social, se redujo del 28,7 al 22,9%, pero a la vez hubo un aumento del subempleo, es decir de trabajadores que no llegan a cumplir tareas durante al menos cuarenta horas. Los subempleados pasaron de ser el 4,3% al 7,5% en el segundo trimeste de este año, lo que da la pauta de que seguramente hubo cierto trasiego de desempleados hacia el grupo de subempleados, lo que da la pauta de una mejora, pero con muy pocas expectativas de sustentabilidad. Y seguramente la gran interrogante que se plantea, por encima de lo que puede deparar el futuro inmediato, refiere a si es posible seguir abatiendo el índice de desempleo, a juzgar por el perfil de la demanda de mano de obra que se da en el país, y la forma en que repercute el crecimiento económico en el requerimiento de fuerza laboral.
Ocurre que a esta altura suelen estar en desencuentro manifiesto la demanda y la oferta de la masa laboral, con el común denominador de que los requerimientos se sitúan en determinados niveles de capacitación y la oferta pasa por lo general por personas sin preparación específica.
Existe por lo tanto una asimetría que explica buena parte del desempleo estructural del país, y que da la medida de que deben buscarse respuestas por vías distintas a las que se están intentando por los canales regulares del tejido socioeconómico.
Varios analistas opinan precisamente que los empleadores no encuentran los candidatos con las características de formación y experiencia que necesitan, porque quienes ofrecen emplearse no responden al perfil indicado, en tanto siempre hay determinado porcentaje de la población en edad activa que por su formación y escala de valores encuentra su modo de vida en otras áreas, sobre todo en el informalismo estimulado por políticas sociales asistencialistas.
En este escenario, una forma de atender este desencuentro y abatir el desempleo estructural debería pasar por capacitar a la población en edad de trabajar para responder a la demanda en la calidad de empleo disponible, lo que no parece algo fácil de generar en el corto plazo. Igualmente, siempre es posible encarar políticas proactivas de capacitación adicional para reconvertir personas desempleadas al perfil que tiene el mercado de trabajo, sin esperar a que un nuevo empuje económico, que por ahora no se ve, determine apertura de fuentes de trabajo o ampliar las ya existentes en las áreas en que es posible incorporar a grupos de menor capacitación.


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