Paysandú, Viernes 22 de Agosto de 2008
Opinion | 22 Ago «En 2009 estaremos en un déficit fiscal global, ajustado por el ciclo y por tipo de cambio real, muy próximo al 3% del producto, por lo que no solo no se ha usado razonablemente el muy favorable contexto externo que hemos estado enfrentando, sino que se ha abusado de él. Como siempre ocurre, llegará el momento de pagar la cuenta», reflexiona el economista Javier de Haedo, en artículo del suplemento Economía y Mercado, del diario «El País», al evaluar el posible escenario que se abre al país en el futuro inmediato, a la luz de las decisiones que está adoptando en política económica.
La reflexión del economista se suma a la de otros reputados analistas que advierten sobre la constante degradación de la disciplina fiscal que se había proclamado en su momento y que se está desflecando a medida que se acercan los tiempos electorales.
La Rendición de Cuentas a estudio en el Parlamento, que contempla un sensible aumento del gasto en base a ingresos coyunturales y que incorpora compromisos fijos, es un buen ejemplo de cómo se puede borrar de un plumazo todo lo dicho y reafirmado durante largo tiempo en cuanto a la necesidad de contener el gasto público, sobre todo dentro de las posibilidades del país, asumiendo la perspectiva de que pueda darse un escenario adverso en el futuro inmediato, para estar a cubierto de ulterioridades.
Ahora en tren de precandidato presidencial de la fuerza de gobierno, el contador Danilo Astori hace rato dejó de actuar como aquel ministro celoso de no expandir el gasto y con un «no» firme ante los reclamos cuando las circunstancias así lo aconsejaban, y ha pasado a poner de relieve especial «sensibilidad» ante las corporaciones que presionan por más recursos, mediando un abismo respecto de aquellos tiempos en que se negaba sistemáticamente a otorgar el reclamado 4,5% del PBI a la enseñanza.
Al contrario, como precandidato tiene «espacio fiscal» para aumentar el gasto público, que pagamos todos los urugayos de nuestros bolsillos a costa de mayor presión tributaria, y lo que es peor, sin contrartida del Estado, que solo incorpora gastos que podrían afrontarse en la coyuntura favorable que estamos viviendo, pero que todo indica desaparecerá cuando menos lo esperemos. Ese nuevo escenario podría plantearse ya a partir de 2010, cuando asuma el nuevo gobierno, al que le va a tocar una herencia nada recomendable, si en el mundo las cosas se dan como se están perfilando.
En los últimos días, a la buena noticia de estabilización y hasta descenso de los precios del barril de petróleo, se ha sumado un retroceso en la cotización de la materia prima que exportamos, y señales cada vez más firmes de que al problema financiero y proceso recesivo en Estados Unidos, se agregaría un estancamiento en la economía de los países que integran la Unión Europea.
Así, un informe de la Unión de Bancos Suizos vaticinó en los últimos días que en el segundo semestre de este año la economía norteamericana entrará en recesión, en tanto se confirmará una fuerte desaceleración de la actividad europea, con consecuencias todavía impredecibles en la economía mundial y sobre todo en los países más vulnerables, como Uruguay.
El punto es que lamentablemente el equipo económico ha funcionado con un perfil netamente procíclico y haciendo de cuenta que las condiciones favorables que han signado su administración desde que asumió el poder, seguirán firmes por largos años.
Encima, ha alardeado de que hay «espacio fiscal» para aumentar el gasto público —y lo está aumentando— cuando debería hacer el mejor uso posible de las condiciones benignas que presenta la coyuntura para descomprimir la presión tributaria y crear espacios de ahorro que permitan reducir la vulnerabilidad extrema de nuestro país a los shocks externos.
Ocurre que las medidas anticíclicas pueden resultar impopulares, sobre todo si se proclama una y otra vez que la economía marcha sobre ruedas. Pero es lo que se debe hacer cuando se piensa seriamente en la suerte del país antes que en la que podría deparar las urnas a la fuerza de gobierno en la próxima elección.
Y al tomar este último camino, como los hechos lo demuestran, financiando el gasto con déficit, lo que se hace es «tirar la pelota para adelante», con la expectativa de que por obra y gracia de la diosa fortuna, las cosas no van a ir tan mal, porque siempre existe la posibilidad de seguir gastando a cuenta de los que vendrán.
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