Paysandú, Viernes 22 de Agosto de 2008
Locales | 22 Ago Andrés Gómez nacido en Tacuarembó capital, descubrió a muy temprana edad su vocación por la educación. A los 21 años obtuvo su título y de allí en más la docencia se transformó en su actividad predilecta.
Tiene 28 años, es hermano de un varón y dos mujeres. Es maestro en la escuela 34 de Puntas de Buricayupí. Con una voz que envidiarían muchos locutores, accedió a mantener una charla con EL TELEGRAFO, en la que confesó que la escuela rural «conserva la sana convivencia entre los niños».
«La experiencia del maestro rural es única en lo que a docencia respecta, porque si bien en la ciudad todos los niños tienen las cosas cerca —una biblioteca u otros lugares a los que asistir— en el campo el único lugar cultural es la propia escuela», dijo para comenzar.
«El establecimiento es el nexo con la comunidad. En lugares más desarrollados como en ciudades, la escuela pierde un poco su papel. Se desdibuja, en cierta forma, lo que el docente hace por la escuela y por la comunidad. En el campo es distinto. La escuela rural sigue siendo el lugar de referencia de cada zona. Por las tardes se comparte un mate con la gente. Plantean inquietudes relacionadas a la enseñanza y al funcionamiento de la institución. Es todo muy distinto a la ciudad. El niño rural conserva la inocencia que el niño urbano no tiene», reflexionó, mientras una pequeña se acercaba a pedir permiso para ir al baño.
«Por eso elijo siempre escuela rural, me gusta mucho la calidad del niño criado en el campo. Ojalá se siga preservando esa condición», remarcó.
«Por supuesto que tengo familiares que concurren a escuelas urbanas, pero es diferente. El punto de encuentro entre el niño rural y el urbano se da en que comparten algo en común, como puede ser hoy en día la informática, ya que todos están accediendo a las nuevas tecnologías. Mientras que el punto de desencuentro pueden ser las distancias entre una zona de la campaña y la ciudad».
Enfatizó en «que muchas veces no se da una interrelación entre niños urbanos y rurales. Por lo general los encuentros en estos territorios son con niños de la zona, con los de la ciudad se dan muy poco».
Consultado sobre si se ha planteado para qué preparan a los chicos en el lugar donde viven, aseguró que «constantemente nos preguntamos eso, pero nuestra misión es darle todas las herramientas y competencias para que ese niño formado en un medio rural pueda ir a un medio urbano y sea competente y así pueda desarrollarse con plenitud como ser integral».
En ese mismo sentido manifestó que «ahora hay mucha tecnología que permite realizar cursos a distancia, como así también el estado de los caminos permite llegar a una ruta cercana y viajar a la ciudad. Por eso cuando uno está formando al individuo tiene que ver todas estas otras cosas. Porque hoy se habla mucho de la educación permanente, por eso tenemos que pensar que todo lo que uno hace en la escuela no queda en sexto año y se corta», afirmó. Entre las cosas que le preocupan remarcó que «me angustia el bombardeo de la televisión, llegando a ciertas comunidades con propuestas que van contra nuestra idiosincrasia, deteriorando valores que los uruguayos aún conservamos».
No obstante, es optimista y agregó: «Mientras, lo que más me alegra es que todavía se puede luchar para rescatar los buenos valores y los buenos principios que hacen del Uruguay una sociedad honesta, de personas íntegras». Sostuvo también «que el centralismo de Montevideo también lo repican las capitales departamentales hacia su interior —es lo que se llama el ‘efecto mariposa’— pero debemos ser capaces de digerirlo y enfrentarlo en función de la escuela y de los niños».
Concluyendo el diálogo el maestro dijo que siempre cosechó «experiencias muy positivas» e imagina su futuro trabajando en la docencia, «quizás no tan lejos pero sí dentro del área de educación».
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