Paysandú, Sábado 23 de Agosto de 2008
Opinion | 18 Ago Desde principios de los años ‘90 la dictadura de Fidel Castro en Cuba bloquea las señales de la emisora TV Martí, que emite desde suelo norteamericano, con el cometido de «proteger» a sus ciudadanos de la propaganda imperialista que pretende boicotear la Revolución con blasfemias. El objetivo se logra a través del Plan Pantalla, instaurado en 1993, que consta de al menos 6 puntos fijos de interferencia equipados con transmisores soviéticos de VHF y UHF, antenas parabólicas y paneles, así como helicópteros y lanchas especialmente montados y un globo aerostático de reflexión de ondas de radio instalado a 14.000 metros de altura.
En una versión mucho más modesta, en nuestro país se analiza la forma de implementar nuestro propio «Plan Pantalla», aunque en este caso no se trata de medios electrónicos —por ahora—, sino que está dirigido a las revistas extranjeras que contengan publicidad de cigarrillos en sus páginas. La iniciativa pretende imponer las mismas restricciones que rigen para las publicaciones nacionales a sus pares extranjeras. Lo que todavía no está claro es cómo hacerlo sin caer en la proscripción, puesto que en la práctica resulta imposible eliminar dicho contenido en los ejemplares ya impresos. Dado que el mercado uruguayo es sumamente atractivo, algunas editoriales argentinas no descartan hacer tiradas específicas para Uruguay que cumplan con la reglamentación nacional. Sin embargo, esto no sería solución para otras publicaciones con menos penetración en nuestro territorio, principalmente provenientes de países más lejanos como España, Estados Unidos o Chile. Así, revistas como «Hola», «Times» o «The Economist» al igual que diarios como «El País» de Madrid o «Clarín» de Buenos Aires, se verían seriamente afectados.
Por otra parte, resulta difícil encontrarle un sentido a estas medidas extremas mientras Internet se perfila como el medio de información plural por excelencia y es cada vez más utilizado principalmente por la juventud y los niños, que son el segmento social más vulnerable a toda clase de mensaje publicitario. Allí no existen censuras, y con solo buscar «Marlboro» en Google se pueden encontrar cientos de páginas sobre la marca más reconocida de cigarrillos, con publicidades, promociones, y hasta ediciones especiales para llamar la atención de los niños con el simpático canario «Tweety» decorando una cajilla. Claro que todavía hay tiempo para que a algún iluminado se le ocurra filtrar todos los accesos a Uruguay, lo que suena sin dudas descabellado, aunque algunos países de gobiernos totalitarios acostumbran a hacerlo con fines políticos. Y siguiendo la misma línea de razonamiento, habría que proscribir también a los grupos de rock que hacen referencia al tabaco, al alcohol o a las drogas, entre los que se encontrarían, por nombrar solo algunos, La Bersuit, Callejeros y Charly García de Argentina; No Te Va Gustar, La Vela Puerca y Trostky Vengarán de Uruguay, hasta la muy sanducera Rikardo Gómez Pedroso. Incluso a Zitarrosa, que cantaba «ahora que sos mocito ya pitás como el que más»... Y ni qué hablar de alguna letra de un grupo español que dice «voy plantar un inmenso jardín de ¡marihuana y de la buena!». ¿Tendrá sentido imponer la censura a todo aquello que no nos gusta ver, leer o escuchar? Desde donde se lo mire es un absurdo, además impracticable, excepto que la campaña se inicie con medidas totalitarias.
Tenemos la firme convicción de que la solución no pasa por «proteger» a los ciudadanos de una publicidad engañosa, sino de educar a las nuevas generaciones para que tengan todos los elementos necesarios que les permitan discernir entre aquello que es bueno para su salud y lo que no lo es. Asimismo, formarlos para no dejarse engañar. Y esto es válido no solamente para sustancias como el alcohol o el tabaco, sino en todos los órdenes de la vida, porque no siempre estará «papá Estado» para alejarnos de las malas influencias.
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