Paysandú, Lunes 01 de Septiembre de 2008

HISTORIA: 1875

El asesinato del vicecónsul del Imperio Alemán (I)

Locales | 29 Ago Augusto Von Graëvenitz se estableció en Paysandú en 1865 dedicándose a negocios de importación de manufacturas europeas. Poco después le fueron otorgadas las credenciales de vicecónsul, según Augusto Schulkin, en razón de su origen prusiano y buenas vinculaciones con la colonia germánica establecida en el Uruguay.
Viudo desde 1866, dedicó sus esfuerzos a la educación de sus hijos y al desempeño de sus funciones consulares que resultaban cada vez más importantes, debido a la llegada de nuevos súbditos alemanes por la creciente actividad del Saladero Liebig’s y otras industrias exclusivas de aquella colectividad.
Todo transcurrió pacíficamente hasta 1875. Al amparo de la guerra civil (Revolución Tricolor), los montes se poblaron de matreros y desertores. Entre esos sujetos de pésima catadura se nombraba a un criollo de nombre Diego Dungey, adoptado por un estanciero de ese apellido.
A causa de numerosas fechorías, Dungey andaba escapando de la justicia y en numerosas ocasiones el puestero alemán Diego Busch, residente en la Estancia Bichadero, propiedad de la Compañía Liebigïs, lo auxilió con yerba, tabaco, víveres y dinero porque «convenía andar bien con esa gente»... Pero, según testimonio de Alberto Fischer en una de sus recorridas habituales Busch encontró en el monte a Dungey y sin que mediara desconfianza fue asesinado a sangre fría. Relata Fischer que Busch «llevaba un poncho bastante valioso y nuevo. Dungey le descerrajó dos balazos por la espalda y luego lo degolló para robarle el poncho y otros efectos». El muerto tenía mujer joven y dos hijos pequeños.
Después del asesinato, el criminal se perdió del pago, habiendo venido a Paysandú donde se enroló en la tropa que estaba de guarnición bajo las órdenes del Jefe Político general José Echeverry.
El vicecónsul Von Graëvenitz solicitó al militar la captura del criminal que fue detenido y recluido en la cárcel local, un edificio que no ofrecía mucha seguridad. Poco duró la detención ya que el convicto pudo fugarse, dirigiéndose directamente al despacho del vicecónsul del Imperio Alemán a quien sorprendió en el cumplimiento de sus funciones y ultimó sin más trámite.


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