Paysandú, Martes 02 de Septiembre de 2008
Opinion | 26 Ago Mientras connotados integrantes de la fuerza de gobierno han abrazado reiteradamente reivindicaciones ideológicas y solidaridades con gobiernos de izquierda afines para justificar el rechazo al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y mantenerse contra todo sentido en un todo alineados con el Mercosur, países que durante muchos años han estado gobernados por regímenes comunistas, ante la porfiada realidad han optado por renegar de esas posturas y dejar de lado alineamientos en procura del desarrollo y la mejora de calidad de vida de sus pueblos.
Un claro ejemplo de esta vuelta de tuerca es el régimen de Vietnam, un país que hasta hace poco basó su economía en el arroz y mantuvo prolongadas guerras, nada menos que con Francia primero y Estados Unidos después, y que tras estos conflictos se mantuvo aferrado a sistemas de economía centralizada, con la omnipresencia y férrea conducción del Estado.
Enclavado en un continente donde soplan vientos de desarrollo, con economías que han crecido enormemente en los últimos años, Vietnam asumió que el desafío era abrir su economía o «arrollarse» hasta desaparecer con tal de mantenerse en el comunismo. Sin un pelo de tontos, los vietnamitas dejaron de lado prejuicios, ideologías y enfrentamientos bélicos para dedicarse a hacer lo mejor que podían hacer por su país, y decidieron abrirse a la inversión extranjera, con Estados Unidos como su socio comercial privilegiado, uniéndose así al odiado enemigo de otrora.
El embajador vietnamita en Uruguay, Thai Van Lung, en declaraciones formuladas al semanario «Búsqueda» expresó que «no nos preocupamos mucho en calificar de capitalista, socialista o comunista. Eso tiene su importancia pero en la práctica no es lo esencial, sino si se produce más o menos y después, cómo se distribuye. El período en el cual el Estado controlaba toda la economía pasó hace tiempo».
El concepto del diplomático transmite sin dudas una amarga reflexión y un aprendizaje que solo se logra cuando se asume tras largos años de utopías que se pretenden hacer realidad, que las teorías estaban equivocadas, y que peor aún, con esta irracionalidad se indujo a millones de personas al error, convencidas de que tras los amargos tiempos de dictadura del proletariado se iba camino a la sociedad ideal.
Así, se reconoce por la fuerza de los hechos que el paraíso socialista - comunista no existe, al punto que no siquiera hay paradigmas en pie, como en su momento se pretendió que fueran la ex URSS, la República Democrática Alemana y la propia Cuba. Las primeras desaparecieron por ser inviables, por haber traído solo pobreza, opresión y conculcación de libertades, y en el caso de la isla caribeña, que subsistió muchos años gracias a los subsidios que recibía de la Unión Soviética, se ha empobrecido y busca ahora inversores extranjeros, los odiados capitalistas, en procura de mejorar su producción y crear fuentes de trabajo genuino.
Esa fue la lección que aprendieron mucho antes los vietnamitas, al punto que su embajador en Uruguay reconoce que de aquel Estado que controlaba la economía y la vida de las personas, queda y poco y nada. «Ahora el gobierno solo controla la macroeconomía. Queda solo un 30 por ciento de empresas estatales e irán cayendo. Son especialmente lugares estratégicos y cuestiones que tienen que ver con lo social, porque muy pocos capitalistas invierten en eso».
Evaluó asimismo Thai Van Lung que «la necesidad y la exigencia más apremiante que tenemos en estos momentos no es hacer valoraciones del pasado. Lo más apremiante es pensar en lo que el pueblo necesita y por lo tanto desarrollar el país es el objetivo urgente», lo que se traduce en la premisa de que «Vietnam está siempre dispuesto a ser amigo y socio confiable de todos los países del mundo, sin distinción de regímenes políticos».
Este país que tuvo tres millones de muertos en su guerra con Estados Unidos, da así una lección de sentido común a intelectuales y dogmáticos de izquierda de Uruguay y de muchos otros países —cada vez menos en realidad— que siguen aferrados a los viejos esquemas y persisten en rescatar «solidaridades» que solo existen en su febril imaginación. Lo que sería solo problemas de ellos, en realidad, si no fuera porque siguen abogando por atrapar incautos con los viejos eslóganes y pretenden hacerlo desde el poder, que es mucho peor.
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