Paysandú, Miércoles 03 de Septiembre de 2008
Opinion | 27 Ago Es posible que en los próximos meses sigamos asistiendo a un «reacomodo»en los precios internacionales de las materias primas, algunos de los cuales siguen en persistente baja, al igual que el petróleo, que ha caído incluso por debajo del precio de referencia que está manejando Ancap, por lo que sería un buen momento para que el organismo decida adecuar sus precios.
Nos estamos refiriendo a tendencias en los mercados internacionales, donde hay una cuota parte de especulación de los operadores, que son a la vez causa y efecto sobre los precios. Quien especula y compra por encima de lo necesario porque percibe que los valores seguirán en ascenso, también contribuye a que esta evaluación se haga realidad, al acentuar la demanda y presionar al alza.
Pero la distorsión no puede sostenerse mucho tiempo, porque el mercado tenderá a regularse y tarde o temprano aparece la transparencia en el escenario real, por lo que el riesgo del especulador radica en que si no se desprendió a tiempo de aquello que pagó por encima de los valores de mercado, y llega con stock a la depresión de la ola, se encontrará con que sus ganancias se esfuman y hasta perderá buena parte de su capital.
Es decir que el especulador arriesga y se lanza a crear su propia «burbuja» de precios, pero debe generar al mismo tiempo condiciones para ponerse a salvo cuando intuye que el momento de compra pasó y llegó el de vender para obtener las ganancias y a lo sumo minimizar las pérdidas.
Cuando están de por medio tantos intereses en conflicto no es fácil discernir hasta dónde llega la especulación y la realidad, y sobre todo evaluar los vaivenes de impacto de la situación económica internacional en la demanda de materia prima y energía, desde que naciones emergentes que crecen a ritmo vertiginoso, como China, las empujan al alza, y a la vez, una recesión en Estados Unidos, un gran consumidor —y derrochador— de energía, también tendrá un efecto de reducción de la demanda y por ende de los precios en el mercado internacional.
Más allá de lo que ocurra en el mercado internacional, Uruguay siempre ha sido un tomador de precios y no tiene ninguna posibilidad de influir en ese escenario. Por lo tanto, es en extremo vulnerable a lo que ocurra con la materia prima y los precios del petróleo, que hasta ahora habían crecido en forma incesante, pero que han iniciado un proceso de descenso más o menos sostenido, por lo que más allá de la ola especulativa, estarían influyendo las perspectivas de recesión en Estados Unidos y una desaceleración de la actividad económica en la Unión Europea.
Lamentablemente, nuestro país perdió una inmejorable oportunidad de «blindarse» contra los vaivenes del escenario internacional, porque en este período de bonanza de precios ha desarrollado una política económica prociclíca y ha aumentado el gasto público en la misma proporción en que han mejorado los ingresos fiscales.
El problema es que los enormes recursos ingresados por esa vía han sido utilizados por el Estado en aumentar el gasto, como se ha hecho en la Rendición de Cuentas, en vez de volcarlos a infraestructura para el desarrollo. Como nuevo rico, el gobierno ha presupuestado gastos fijos basados en la coyuntura favorable, que serán un contrapeso enorme cuando las cosas cambien, como ya se está insinuando.
Se ha perdido ya el tren para lograr un «colchón» de recursos al que apelar para paliar los problemas que surgirán una vez ingresemos en un nuevo período de vacas flacas, y todo indica que el impacto negativo del «carnaval electoral» va a ser muy duro para el próximo gobierno y por supuesto para todos los uruguayos, que deberemos financiar este derrame generoso de dinero.
Pero podría intentarse algo mejor por el lado de la energía, como consuelo, haciendo realidad el por ahora magro intento de incorporar electricidad por la vía de energéticos renovables, como biocombustibles y energía eólica, pese a la relativa voluntad demostrada por UTE hasta el momento.
Es cierto, el Poder Ejecutivo ha intentado ya algunas acciones con este fin, pero todavía se hace en el marco de acciones dispersas, por cuentagotas, al punto que sigue sin concretarse el traspaso del Despacho Nacional de Cargas desde UTE a la Administración del Mercado Eléctrico (ADME) y la adecuación de precios a los inversores privados para estimular la producción de electricidad, entre otras decisiones que se siguen dilatando, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
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