Paysandú, Sábado 06 de Septiembre de 2008
Opinion | 02 Sep El domingo, Nacional ingresó un minuto tarde para el partido con Villa Española y el árbitro Líber Prudente suspendió el espectáculo. La decisión generó la reacción violenta de los hinchas que arremetieron contra periodistas y árbitros. El sábado también hubo incidentes por hinchas de Peñarol cuando las entradas distribuidas para el partido con Racing en el estadio «Charrúa» no fueron suficientes.
La crónica deportiva el pasado fin de semana dejó un reguero de detalles incomprensibles sobre sucesos violentos, que prueban una vez más lo poco que aprecian la vida muchas personas, cuando dan rienda suelta a la violencia. Seguramente muchos de nosotros vimos al conocido periodista deportivo y relator Alberto Kesman corriendo herido en la cabeza y a un par de policías tratando de ponerlo a salvo de sus agresores. Pero no fue el único: otros dos periodistas también fueron insultados y agredidos allí mismo.
«Me siguieron y me tiraron no menos de 25 piedras...en una le embocaron. Las tiraban a mis espaldas... yo sangraba y me seguían tirando», comentó el relator, quien aseguró que entre dos y tres policías se «jugaron la vida» al custodiarlo. «Mi opinión (contraria a la suspensión del partido) era la misma de la de la gente que me agredió. No importaba a quien pegarle», dijo.
Y ese es el punto. La violencia está instalada en las canchas y este sábado y domingo dejó a periodistas y trabajadores de boletería lesionados. Antes el fútbol era un deporte para disfrutarse en familia.
Los padres iban con sus hijos a ver el cuadro de sus amores y alentar una camiseta. Hoy corren el peligro de ser atacados o perder la vida en la tribuna o a la salida del estadio. Lamentablemente el fútbol se ha convertido en un deporte que no se puede disfrutar en una cancha en familia sin riesgo de vida. Sabido es que en un partido, cualquiera que sea, suele aflorar una carga emocional importante pero cada vez más seguido vemos acciones e incidentes que nada tienen que ver con el deporte y que terminan convirtiendo a las canchas y su entorno en un campo de batalla en vez de sitio de esparcimiento.
Tras lo acontecido en el Parque Central no hubo detenidos, ya que como suele ocurrir cuando la gente tiene la oportunidad de perderse en el anonimato de las masas, nunca hay responsables. La violencia en el fútbol es un tema tan preocupante como complejo, pero lo cierto es que nadie puede hacerse el distraído. Es muy grave lo que está pasando. Lamentable.
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