Paysandú, Domingo 07 de Septiembre de 2008
Locales | 31 Ago A veces me parece que se me va la mano cuando comparo los tiempos de ahora con los de antes.
A veces pienso que no es necesario estar permanentemente cotejando épocas.
A veces se me ocurre que debería aflojarle a esto de medir los acontecimientos según en que año se produjeron... pero... ¡qué querés que te diga! No puedo.
No lo resisto, no consigo evitarlo.
Hay temas que me obligan a comparar momentos.
Cada mañana me digo que soy un viejo loco. Me repito que hay que mirar menos para atrás y más para adelante, que no hay que estar todo el tiempo con la matraca de «cuando yo era joven...», y ¡zás!, caigo otra vez.
¿Sabés qué pasa? Que de tanto repetir que el tiempo de antes era mejor al final uno se termina convenciendo de que antes no tomábamos alcohol, no volvíamos de madrugada, no nos escapábamos del liceo, ni fumábamos a escondidas.
Terminamos creyendo nuestras propias mentiras.
Y me resisto a comparar los tiempos.
Bastante me resisto.
Un poco me resisto.
Casi nada me resisto.
Porque hay temas que me sacan de las casillas.
Porque creo que hay lugares y momentos a los que tendríamos que regresar.
Hay un tiempo que perdimos que deberíamos recuperar. Sin frenarnos, sin congelarnos, avanzando por algunos caminos pero permaneciendo en otros.
Estoy hablando de la pornografía.
Sí, ya sé lo que estás pensando... ¡le salió el viejazo!
Pero ¿sabés qué pasa? Me preocupa muchísimo el acceso que tienen nuestros gurises a la «pornografía dura» de estos tiempos.
Yo creo que es uno de los grandes cambios que se ha producido en nuestros gurises en los últimos 20 años.
No es que me haya tragado una Biblia, es que venimos cambiando a todo ritmo y me parece que si seguimos así la mano viene para el descarrile.
Yo sé que la pornografía existió siempre y que seguramente en la prehistoria alguien dibujó una mujer desnuda en la pared de una caverna y después cobró para que la vieran. Ya sé que muchos «homos mano habilis y después erectus» prefirieron ver el dibujo de Lucy en lugar de bañarse con ella en el río.
Yo se que la pornografía existió siempre.
Pero lo que debemos tener claro es que ha cambiado muchísimo el acceso de los gurises a ella.
A veces pienso que nosotros éramos idiotas con mucho tiempo y poca tecnología, porque yo quisiera que hubieras visto lo que era la pornografía cuando yo era chico o adolescente.
Esperábamos ansiosamente a cumplir 18 años para ir a la trasnoche del cine el sábado a la madrugada (es decir a las once y media de la noche).
¡18 años para ver una teta!
Porque ni siquiera te mostraban las dos.
Pasábamos por la vereda del cine para ver las fotos en blanco y negro de Isabel Sarli y en las fotos le ponían una franja negra sobre las partes íntimas.
Ni siquiera podíamos imaginar el resto porque no teníamos antecedentes.
En la película, la Coca aparecía entrando a un camión frigorífico a punto de despacharse a una docena de carniceros y cuando se estaba por sacar la ropa, la película saltaba y la Sarli aparecía bajando del camión despeinada y trastabillando. Al fondo se alcanzaba a ver doce cadáveres desparramados entre las reses.
Una noche que estábamos viendo una película, Isabel Sarli miró a Armando Bo y mientras se apretaba los senos con sus muñecas, le dijo:
— ¿Qué pretendes de mííííííí?
— ¡Que muestres algo de una vez por todaaaas! —gritó un paisano que estaba sentado en el fondo del cine.
¡Hoy a la Coca Sarli la pasan en la matinée del cable!
Esas eran las «películas de relajo» de antes: «La Cigarra está que arde», «Villa Cariño» y «Coche cama alojamiento».
Cualquier adolescente de hoy se dormiría parado mientras las pasan.
De niños los gurises del barrio buscábamos fotos de mujeres con poca ropa y nos pasábamos a escondidas de los adultos «las revistas de relajo».
Los más audaces conseguían unas que se llamaban «Rico Tipo» que traían fotos en blanco y negro de mujeres... ¡en soutien!
¡No lo vas a poder creer, pero venían fotos de mujeres en bombacha y soutien!
¡Un día Gustavo me dijo que vio una foto de una mujer sin viso!
Después, nos dimos maña para conseguir los «Pingüinos», unas revistas con fotos en colores y ahí sí veíamos mujeres sin nada.
¡Sin naaada!
En nuestra adolescencia aparecieron unas revistas más pequeñas sobre sexualidad que se llamaban «Luz».
Sí, ya sé que «Luz» no era pornográfica... pero traía mujeres sin soutien.
Al tiempo vino la televisión.
Ponían abajo una raya atravesada si era apta para todo público, dos rayas para mayores de 15 y tres rayas para mayores de 18 años.
Generalmente los viernes a la noche era los días que elegían los programadores de aquellos años para pasar «las películas de relajo».
Cuando la protagonista se iba a levantar de la cama donde estaba acostada desnuda, justo la sábana se corría y quedaba enganchada en su axila para que no pudiéramos verla. Y lo mismo con la toalla en la ducha, un tipo que se atravesaba o el espejo que se terminaba justito.
¿Por qué te cuento todo esto?
Porque no puedo creer lo que están viendo nuestros gurises en las computadoras.
No te hablo del cable que se pone salado a algunas horas y los gurises quedan solos con los controles remotos en sus manos.
Te hablo de Internet, donde la pornografía más dura les es exhibida descaradamente a toda hora a nuestros gurises.
Separemos los tantos: Internet es maravilloso.
Es el mundo traído a la casa de uno y metido todo dentro del monitor.
Y cuando digo todo, digo todo.
Lo bueno y lo miserable. Lo fantástico y lo inmundo. Lo formidable y lo repugnante.
¡No, si nunca lo has hecho ni siquiera te podés imaginar a qué me refiero!
No te lo voy a contar porque puede haber algún gurí leyendo.
Tratá de imaginarte las aberraciones más grandes que puedas, incluí niños y niñas, agregá masoquismo y sadismo, incluí prácticas que alguna vez te contaron de un tipo que estaba loco y terminó en cana, mezclale todo lo aberrante que a la parte podrida de tu cabeza se le ocurra... eso están mirando tus nietos.
O no, capaz que tu hija no... pero yo no estaría tan seguro.
Vos te preguntarás ¿y a éste qué le importa?
Me importa, porque un niño de 10 años está recibiendo en este momento información que no está capacitado para entender, solo porque han ideado mecanismos morbosos para que la reciba. A nadie se le ocurrió mostrarle todo el día la Teoría de la Relatividad aunque no la entienda.
Está recibiendo detalles sobre prácticas aberrantes como si fueran valores cotidianos y conductas normales. Se está fijando todo eso para siempre en las cabecitas de gurises de 12 o 13 años.
Sí, estoy hablando de los cyber cafés donde el control es muy relativo, pero también estoy hablando de las computadoras que quedan solas en casa mientras papá y mamá trabajan.
Fijate qué cosa increíble. Es difícil que se dé esta coyuntura una vez más, por lo menos nunca se había dado antes: Estamos ante una generación de gurises que maneja de taquito las computadoras, controlados por una generación analfabeta (cibernéticamente hablando). Porque esta tecnología, apareció en el momento en que ellos llegaban y nosotros empezábamos a irnos.
La mayoría de los padres y abuelos no tenemos los conocimientos suficientes para saber qué página visitaron los gurises, con quién se conectaron, qué imagen acaba de desaparecer de la pantalla justo en el momento en que abríamos la puerta.
Fijate estos datos:
— El 14% de todos los usuarios de Internet son menores de 18 años.
— Cada vez más niños ven aparecer de forma espontánea en su pantalla mensajes y ventanas que no solicitan. Son programas de marketing viral que se han instalado en la computadora de tu hijo sin el consentimiento de nadie, desde páginas web para adultos, chat y casinos on-line, aunque tu nieto no haya navegado en ellas.
— La policía alemana desbarató una de las mayores redes de pornografía infantil que involucraba a 26.500 usuarios de Internet en 166 países. La base de datos de los usuarios fue utilizada por pedófilos como lista de distribución para el envío e intercambio de material gráfico que incluía niños desde los cuatro meses de edad en adelante.
— En países del norte europeo el 40% de niños y adolescentes usuarios de chat ha recibido invitaciones para encontrarse con interlocutores desconocidos que los contactaron en el chat. El 14% de ellos conoció en persona a por lo menos un contacto realizado vía chat o e-mail. Solo el 4% de sus padres creen que esto sea posible.
— En Europa el 44% de niños y adolescentes usuarios de Internet visitan y se detienen en páginas pornográficas. La cuarta parte de ellos recibió después, insistentemente y sin pausa, material pornográfico a través de su conexión.
— El 30% de los niños y adolescentes ha navegado por sitios de violencia y sadomasoquismo explícito y solo el 15% de sus padres cree que eso haya podido ocurrir.
A propósito... en lugar de perder el tiempo con estupideces... ¿por qué no te fijás que está haciendo tu hijo mientras vos leés estas pavadas? Por Marciano Durán
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