Paysandú, Domingo 07 de Septiembre de 2008
Locales | 05 Sep A lo largo de la Ruta 26 existen varios establecimientos escolares, entre ellos la Escuela 76 de Paso Castell de Corrales, que funciona como internado. Ubicado en el kilómetro 160 y en las cercanías del arroyo Corrales, el local es atendido por dos maestras y una auxiliar de servicio: Elisa Faris, María Helena Rodríguez y Margot Lemos. Concurren veinticuatro alumnos, que llegan desde varios establecimientos de la zona, y permanecen allí de lunes a viernes, y cumplen con el horario de escuela rural, de 10 a 15.
Algunos se trasladan en ómnibus y otros a caballo, llegando a recorrer unos 45 kilómetros para poder concurrir a clases, en tanto el resto lo hace en vehículos particulares. Todas las familias están compuestas por trabajadores rurales, peones y cocineras que cumplen gran parte de sus actividades en establecimientos de la zona.
Según relata Elisa Faris, directora de la referida escuela, «la familia participa y se involucra con las diferentes actividades tales como festivales, donde se hacen chorizos caseros y venta de carne asada. Detrás de esas familias están los patrones, quienes nos han dado un gran impulso. Existe un fuerte apoyo de la comunidad. Por ejemplo, cuando vine el año pasado no había agua caliente en el establecimiento. Los niños se bañaban calentando agua en una olla y al ver que era imposible calentar el agua de esa manera -ya que se trataba de muchos niños- se compró un calefón a gas. Fue una gran inversión porque se tuvo que contratar a un técnico para instalarlo por la seguridad de todos».
«Desde ese día, todo el mundo se quiere bañar y disfrutar de esa comodidad, porque la mayoría de los niños no tiene en la casa agua caliente. Por eso para mi es muy importante que en la escuela se brinde. Creo que es lo mejor que le puede pasar a cualquier niño, pues considero que la escuela debe brindarle al niño lo máximo y lo mejor», añade.
Allí, la docente rescata una pequeña anécdota: «un día le pregunto a una de las pequeñas si se había bañado. Ella me aseguró que sí, pero me di cuenta que algo no andaba bien. Miré sus manitos y sus cabellos y no parecían haber pasado por el agua. A los minutos me confesó que le tenía miedo al agua caliente. Claro, en su casa solo lo hacían con agua fría, tanto en invierno como en verano. Ahora no hay quien la saque de la ducha».
La escuela no cuenta con agua potable, pero existe un proyecto de instalar un molino para extraer agua desde un pozo semisurgente. Dicha mejora será posible gracias a la Fundación USMEN del establecimiento Itacabó. En tanto, gracias al ingeniero agrónomo Luis Pedro Reyes, la escuela ya cuenta con el depósito necesario.
La directora asegura que «ellos han colaborado mucho, ya el año pasado contribuyeron con una heladera con freezer a gas. La sociedad Juan Gastelú donó un calefón a gas de 85 litros, mientras que un vecino nos trajo una cortadora de pasto», agregó.
Elisa Faris confiesa amar a la escuela rural y si bien ha hecho un curso de directores urbanos, con sus veintiocho años de maestra rural se muestra apasionada afirmando que el internado le ha permitido «crecer definitivamente».
Como alegría destaca el reconocimiento y cómo la gente se acuerda del maestro. Por ejemplo, «yo estuve en el internado escolar de Queguay Chico y los vecinos de esa localidad se vienen al acto de fin de cursos de esta escuela. Me da mucha alegría verlos». Mientras, lo que le provoca mayor tristeza es «no poder cumplir con todas las expectativas que yo mismo me pongo, soy muy ansiosa y quiero las cosas ya. La vida me ha enseñado que hay que esperar un poco y que todo se va a solucionar. Por eso tengo un lema: cuando suceden los problemas los enfrento, no me adelanto, y me ha dado muy buen resultado», reflexiona.
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