Paysandú, Lunes 08 de Septiembre de 2008
Locales | 05 Sep Ilusión, fantasía, la velocidad de la vista que siempre llega un instante después y el segundo que todo mago necesita para que su acto jamás revele el secreto son elementos imprescindibles al momento de acudir a una función de magia en que el espectador es tan protagonista como el actor. Sebastián Peñaranda es un joven argentino que hace algunos años vive en Paysandú. Según contó, vino por unos meses, pero Paysandú lo adoptó mucho más rápido de lo que él pudo imaginar. Estudió teatro, y magia y combinando las dos disciplinas elaboró un producto digno del mejor de los aplausos, pues convence hasta el espectador más exigente.
Acostumbrado a un público netamente urbano, ha incursionado últimamente en el medio rural, pero la escuela es el recinto que lo convoca con mayor frecuencia. EL TELEGRAFO lo acompañó durante una breve gira que incluyó las escuelas 76 de Paso Castell de Corrales y la 81 de Queguay Chico. En ambas oportunidades los niños quedaron literalmente maravillados con sus actos de magia. El asombro no hizo distinción de edades y se apoderó de grandes y de chicos, que no dejaban de preguntarse «¿cómo lo hace?».
En uno de los actos el mago se mostraba molesto con algo que no le permitía caminar con comodidad, hasta que extrajo una pequeña botella de vidrio del interior de uno de sus zapatos y ese acto enmudeció a la platea. Sobre el final del espectáculo comenzó a sacar de su boca metros y metros de papel. Fue cuando una de las maestras exclamó. «voy a tener que esconder todo el papel porque ya imagino que los gurises van a intentar hacer magia varios días».
No menos interesante fueron el antes y el después de cada presentación, aunque el episodio más cómico se registró en la escuela de Queguay Chico. Luego del espectáculo los niños quedaron esperando para despedir al mago, que se cambiaba de vestuario. De pronto alguien desde la camioneta que lo transportaba dijo: «el mago se fue volando, hace rato que se fue». El vehículo comenzó a desplazarse unos metros y los gurises, convencidos de lo que habían escuchado, salieron a buscarlo por todos lados. Había que ver las caritas de tristeza de aquellos que no entendían cómo podía haber hecho eso... Hasta que lo vieron salir y corrieron velozmente a su reencuentro.
De regreso, Sebastián comentó: «fue una experiencia inolvidable, me gustaría volver más seguido».
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