Paysandú, Miércoles 10 de Septiembre de 2008
Opinion | 06 Sep Con la venta del 75 por ciento de la aerolínea estatal Pluna a la empresa privada Leadgate, se concretó una decisión del Poder Ejecutivo que apuntó a llevar alivio a una situación insostenible de la línea aérea, también inscripta —aunque devaluada— en el concepto de «soberanía» que esgrimen históricamente sectores de izquierda y sindicales para pretender justificar el desatino de mantener en la esfera del Estado empresas que no son rentables y que la gestión pública magnifica en su situación económico financiera.
Es que todavía subsiste la tesitura en los sindicalistas directamente interesados pero también en parte de la población uruguaya, de que tener empresas en manos del Estado es una reafirmación de «soberanía», y que no importa que estos organismos acumulen pérdida sobre pérdida, mientras no pasen a manos de los «piratas» privados que solo vienen a buscar rentabilidad.
Es decir, que en este concepto distorsionado y engañoso, es más soberano perder plata, que debemos poner de nuestros bolsillos todos los uruguayos, que dejar que los privados inviertan a su cuenta y riesgo en mejorar el negocio, prestar el mejor servicio posible y a la vez librarnos del «clavo». En el caso de Pluna, el detonante de la crisis que se está procesando actualmente fue la decisión de la empresa adquirente, Leadgate, de cesar la explotación de la línea a Madrid, porque no se considera rentable, y porque la aerolínea estaba acumulando una pérdida del orden de los dos millones de dólares al mes.
Es decir que la empresa privada percibe que no existe plan de negocios posible, o por lo menos a su alcance, para hacer la línea rentable dentro de un plazo razonable, y por lo tanto ha decidido discontinuarla para recomponer su gestión, y evitar este continuo drenaje de dinero, sin perspectivas de recuperación.
Es lo que se hace en todo el mundo: cuando existe déficit, se buscan alternativas o en caso extremo, la empresa quiebra y desa- parece; salvo que haya algún Mecenas al que le sobre dinero para seguir cubriendo déficit sobre déficit, vaya a saber por qué razones.
En el caso del Estado, que en el Uruguay pone plata para elaborar portland a pérdida, para plantar caña de azúcar y hacer trabajar la ex Calnu, como antes ponía para Ilpe, como sigue poniendo para hacer obras faraonescas en el auditorio capitalino del Sodre, como lo hace en AFE, se argumentan razones de «soberanía», que son en realidad eslóganes para ocultar rezagos del viejo paternalismo estatal, en sintonía con ideologías del ex socialismo real ya fenecido, pero del que todavía quedan nostálgicos.
Y no hay problema en que sean nostálgicos, salvo cuando pretenden hacer realidad las utopías perdidas, a costa de los bolsillos de los uruguayos, como si a todos nos sobrara dinero.
Así, en el caso de Pluna, el sindicato que nuclea a sus funcionarios y sectores de la coalición de izquierdas están planteando la alternativa de que el Estado reasuma por su cuenta los vuelos a Madrid, de forma de contemplar los reclamos sindicales a costa de los menguados bolsillos de los todos los uruguayos, incluso de aquellos que jamás se subieron a a un avión.
Ocurre además que quienes utilizan los vuelos a Madrid están muy lejos del estereotipo del ciudadano común, y se trata promedialmente de personas de buen poder adquisitivo, por decir lo menos, y encima, la mitad no son uruguayos.
La «propuesta», por lo tanto, es la de subsidiar que esas personas viajen, como si fuera un problema de soberanía o de interés social, en lo que parece más como una tomadura de pelo que una propuesta a tomar en serio.
El sindicato de Pluna tiene una larga historia de incongruencias y sinrazones.
Basta recordar cuando durante el gobierno del Dr. Lacalle se oponía a la asociación con capitales privados –donde el Estado mantenía el 49% de las acciones y había un 2% de acciones en manos uruguayas— esgrimiendo que la empresa daba un millón de dólares al año en ganancias, pero olvidaba mencionar que para poder seguir volando a Madrid precisamente, debían actualizar las turbinas del único avión que poseían a un costo de 15 millones.
Para ese entonces la «aerolínea de bandera» contaba con casi 400 funcionarios –públicos, por supuesto—, un solo avión propio y algunos viejos jets de mediano porte arrendados.
Pluna ya le ha costado demasiado dinero a los uruguayos, y es tiempo de que comience a volar sola y no a costa del pueblo. Sale demasiado caro mantener absurdamente una bandera pintada en la cola de un avión en Madrid, perdida entre los miles de aparatos que operan en la terminal de Barajas.
Si «nuestra» aerolínea no es rentable, pues terminemos con el negocio.
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