Paysandú, Viernes 12 de Septiembre de 2008
Opinion | 07 Sep La conjunción de envejecimiento poblacional por una mayor expectativa de vida, bajo índice de natalidad y la alta emigración, torna a Uruguay en un país con una tendencia demográfica por lo menos complicada, en las antípodas de países del Tercer Mundo y en alguna medida similar a las de naciones desarrolladas. Excepto porque éstas tienen economías saludables y en condiciones de enfrentar algunos de los desafíos que el escenario presenta.
Las líneas gráficas entre estos parámetros no siguen líneas parejas: mientras la mayor expectativa de vida y la natalidad siguen sentidos inversos, muy graduales y con tendencia a cruzarse o mantenerse paralelas, la emigración ha tenido sus picos, con mayor énfasis durante la crisis de 2002, lo que indica la influencia de elementos coyunturales.
Igualmente, tras comenzar a descender desde 2004, la emigración ha recuperado ritmo ascendente desde fines de 2006, lo que denota cierta desilusión entre aquellos que mantenían expectativas de un cambio que generara oportunidades laborales para quienes tienen determinadas aspiraciones.
Este panorama significa que estamos ante elementos estructurales de muy difícil reversión, por lo menos en lo referente a edades y nacimientos. Y que en el caso de la emigración, es preciso encarar decididamente estudios que den la pauta del por qué de la insatisfacción, sobre todo de personas jóvenes y de buena capacitación, como regla general.
Según señalan expertos en demografía al semanario «Búsqueda», basándose en datos de Migración, en el primer semestre de 2008 fueron unos 21.500 ciudadanos los que se fueron por el Aeropuerto Internacional de Carrasco y no regresaron. Paralelamente, se están acercando las tasas de nacimientos y defunciones, mientras retroceden la de natalidad (actualmente de 16 por mil) y la tasa neta de reproducción, que se calculan en base al número de hijos promedio que tendría una mujer adulta. Actualmente en Uruguay la tasa se encuentra por debajo de uno, que es considerada la línea de reemplazo.
Para el demógrafo y economista Juan José Calvo, la ausencia de políticas de población ha generado el actual escenario, que presenta una serie de aspectos negativos, al punto que de no implementarse medidas correctivas, el crecimiento será bajo, nulo e incluso negativo para 2030, como consecuencia del descenso de la fecundidad y natalidad, sumado a los esperados saldos migratorios negativos y más allá de que se acentúe el envejecimiento de la estructura por edades.
Por supuesto, las tendencias no necesariamente se mantienen en forma lineal, cuando pueden darse circunstancias cambiantes, pero éste no parece ser el caso. Por el contrario, las dificultades económicas, los cambios en la sociedad y los hogares monoparentales son algunas de las pautas de que se mantendría la baja natalidad, mientras los adelantos tecnológicos y las políticas preventivas en el área de la salud, indican que seguirá el perfil de una mayor expectativa de vida.
Es decir que las alternativas de reversión o atenuación del escenario deberían buscarse sobre todo por el lado de las políticas migratorias, lo que implica crear condiciones para retener a los estratos más inquietos y minimizar el fenómeno de arrastre de quienes ya emigraron, en busca de llevarse a familiares y amigos que han quedado en el país.
Paralelamente, deberían buscarse mecanismos específicos para propiciar el retorno de quienes emigraron, lo que a la vez genera nuevos desarraigos, si se tiene en cuenta que los hijos y descendientes de quienes abandonaron en cierto momento el país, ya son ciudadanos que han crecido en otra nación, y que la familia deberá sufrir un nuevo desarraigo que es tan o más difícil de sobrellevar que el primero.
Es cierto que la población uruguaya no corre peligro de «desaparecer», sino que se trata de una modificación de su estructura demográfica que plantea desde ya, pero sobre todo de cara al futuro, severos desafíos desde el punto de vista socioeconómico, de la atención médica, de la previsión social, e incluso del desarrollo. Es preciso ir presentándolo desde ya como tema pendiente, para no salir nuevamente tarde y mal con la improvisación tan característica de nuestra idiosincrasia.
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