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Paysandú, Sábado 13 de Septiembre de 2008

PEDRO ANCHORENA

«Estudié y trabajé en Montevideo, pero regresé a mi pago natal»

Locales | 12 Sep Tiene 82 años y es el menor de diez hermanos, siete varones y tres mujeres. Nació en puntas de Arroyo Malo, y fue a la escuela 53. Es padre de cinco hijos —cuatro varones y una mujer—, que le han dado 16 nietos.
Iba a caballo o en sulky a la escuela, que quedaba a unos cuatro kilómetros de donde vivía junto a su familia. «No llegaba a los cuatro años cuando con mi padre nos vinimos para las Cuatro bocas, donde ahora está el galpón de la Sociedad Ruralista Paso Emeterio de Quebracho».
Cuenta que «por aquellos años se plantaba algo de maíz y de trigo, pero se dedicaba más espacio a lanares y a los yeguarizos, que por aquel tiempo eran una necesidad. La producción se hacía en unas sesenta hectáreas en campos que eran propiedad de mi padre».
Como todo criado en el campo, tuvo que hacer de todo. «A mí me tocó arar con arado de asiento, arado de rejas. Plantábamos boniatos y hacíamos huertas con arado de mancera con mi hermano Emilio, aunque al maíz ya lo plantábamos con máquina. Yo tenía unos seis años y de ahí para adelante trabajé en casa en todas las tareas rurales porque había que hacerlas, no había otra», afirmó.
Cuando fue más muchacho tuvo oportunidad de estudiar y trabajar en Montevideo. Recuerda que «por las noches iba a una academia para estudiar contabilidad y dactilografía al tacto. Fue en la academia Pitman, ubicada por aquellos años en 18 de Julio entre plaza de Cagancha y Paraguay. Paralelamente trabajé en una planta textil... Fue una experiencia inolvidable».
Por aquellos años su padre tuvo un problema de salud y estuvo muy delicado, internado por un mes y medio en la capital. Lo trató el doctor Pedemonte, médico de la selección uruguaya de fútbol de 1950. «El problema reumático se generó a causa de los duros trabajos en tiempos que dedicó largas jornadas a las tareas rurales. Después mi madre me pidió que regresara al campo para dar una mano, y bueno ¡así fue!».
Sus padrinos eran Ciriaco Jesús Sánchez y Ema Bassadone. «Siempre que don Ciriaco visitaba mi casa le pedía a mi padre para poder llevarme a todos los lugares que él visitaba. Me llevaba a todos lados a conocer parajes, villas y pueblos. Íbamos para todos lados, a Bella Vista, Tierras Coloradas y Tomás Paz hasta llegar a la estancia San Juan, en Ruta 26 saliendo a Paso de los Carros y Federación, antes El Tarugo. Todo lo conocí cuando era niño y gracias a mi padrino. Don Ciriaco fue un gran caudillo blanco y se lo recuerda también por algún enfrentamiento armado que tuvo. Recuerdo que si en algún lugar no había pared me hacía poner atrás suyo. Yo no sabía porque era, hasta que un familiar me dijo que era para protegerse la espalda, ‘¿no te das cuenta que si hay un niño detrás nadie se le va a acercar?’».
Gracias a esas andanzas Pedro Anchorena le tomó el gusto a muy temprana edad a la actividad política. «Luego mi padre me fue instruyendo. Lo hizo a su manera, rústico como era me formó. Yo tenía una camioneta Ford Seis y me recorrí toda la campaña. Seguí la línea política, pero me entusiasmé más con mi padrino. Una vez iba con él a caballo y de pronto me dijo: ‘Te voy a enseñar ahijado, cómo hay que hacer’. Yo tenía unos 10 u 11 años y cuando lo miré se largó del caballo y cayó parado, con el revólver y el cuchillo, un arma en cada mano. Se me desorbitaron los ojos. Don Ciriaco tenía esas cosas». Los años han pasado, pero Anchorena continúa en la actividad política con las listas 8 y 55.


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