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Paysandú, Lunes 15 de Septiembre de 2008

MARÍA MENDOZA

La producción de carbón vegetal

Locales | 12 Sep En la campaña sanducera viven algunos memoriosos que guardan intacto el recuerdo de un pasado muy productivo para familias enteras durante mucho tiempo. La historia de hoy nos acerca a una de las producciones que generó un movimiento social y económico: la generación de carbón vegetal.
Movió mucha mano de obra, carretones que recorrían trechos cortos, camiones que desbordaban su capacidad y trenes urgidos en los andenes, pues una vez que los galpones de la estación se completaban había que estibar rápidamente las bolsas en los vagones, para trasladar la mercadería a su destino finales.
El viento frío de la mañana congelaba el rostro pero no nos impidió cumplir con el desafío de cada semana: llegar hasta el hogar de uno de esos tantos vecinos, dueños de ricas memorias e historias.
María Mendoza nos recibió en su casa de Mataojo. Hace 32 años que vive en el lugar, pero nació y se crió en colonia Guaviyú. A sus 58 años repasa con cierta nostalgia lo que seguramente la marcó por el resto de sus días.
Nunca volvió a la colonia, pero según le han contado no queda allí ningún conocido suyo, aquellos cuyos apellidos recuerda, como Lubenko y Gómez.
Trabajó siempre en el monte junto a su padre, hasta que a los 19 años se casó. Desde entones su padre continuó solo con la producción de carbón vegetal.
Según relató María, hacía «cincuenta y pico de años que mi padre estaba en el monte. Fue una persona que dedicó su vida al campo».
«Había que trabajar como un burro. Las cosas no eran nada fáciles, luego de la tala el proceso era muy delicado. Había que tener ciertos cuidados. Un día de viento como hoy se le podía fundir todo y perderlo todo. Para que no llegara a cenizas, había que tapar el horno con tierra. Es como un nido de hornero: en la boca lleva un aro de hierro y alrededor se le agregaban unos palos en forma vertical. El piso tenía que ser en tierra y se le daba de comer como a una persona, porque al horno se lo tenía que alimentar con troncos chicos».
Sobre la producción explicó: «Se sacaban dos o tres camiones cargados de bolsas, que tenían que ir atadas porque siempre sobrepasaba la capacidad».
No faltó el hecho anecdótico. «Una vez sacamos un tronco con forma humana, parecía una persona con brazos y piernas, pero mi padre lo apuró y como aún estaba caliente empezó a crujir, se resquebrajó todo y se partió».
Si bien ese recuerdo le arrancó una sonrisa, volvió a ponerse seria y comentó: «Había que estar por las noches cuidando minuciosamente la quema. Los hornos a carbón llegaron a generar un movimiento impresionante en la zona del Queguay y campos cercanos».
Como tantas otras cosas, hoy solo queda en la memoria de unos cuantos habitantes de aquella época, porque como explicó María: «¡Qué vamos a pensar en producir estas cosas que ni gente queda en el campo..! Todo se terminó».


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