Paysandú, Miércoles 17 de Septiembre de 2008
Opinion | 16 Sep La perturbación de los mercados, el descenso de la actividad económica y los rumores de recesión siempre han presagiado tiempos duros para el medio ambiente. En circunstancias de esa índole, muchas veces la salvaguardia del planeta se ha considerado un lujo y una carga para la recuperación económica y el desarrollo. Sin embargo, la singular historia de la capa de ozono, cuya preservación celebramos hoy 16 de setiembre, demuestra que tales ideas no son más que mitos.
Así comenzó el mensaje del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) con motivo de la conmemoración del Día Internacional para la Preservación de la Capa de Ozono, que protege a la Tierra y a sus habitantes de los rayos ultravioletas del Sol y que —a pesar de su importancia, y debido a la fabricación y uso de gases sintéticos— con el paso del tiempo, se fue deteriorando.
En 1974, Sherwood Rowland y Mario Molina, dos químicos de la Universidad de California, presentaron la hipótesis de que las continuas emisiones de gases químicos, fabricados por el hombre, causaban daños en la capa de ozono. Con los años las investigaciones han revelado que no solo los clorofluorocarbonos (CFC) —usados en refrigeración-- sino otros gases como el halón, usado para extinguir incendios; el tetracloruro de carbono (CCl4), para algunos procesos industriales y el bromuro de metilo (CH3Br), para fumigar en la agricultura y en los barcos, también destruyen la capa de ozono.
Desde entonces, la lucha por reparar la capa de ozono es uno de los motivos de cooperación internacional que ha tenido más éxito. El nivel de sustancias que la dañan está descendiendo y hay signos incipientes de que el escudo vital que nos protege de las mortales radiaciones ultravioletas se está regenerando. El año próximo los gobiernos celebrarán en Copenhague una conferencia crucial sobre el cambio climático. La meta es adoptar un nuevo acuerdo que coloque al mundo en el rumbo correcto para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero y ofrezca la financiación necesaria para que los países vulnerables puedan adaptarse a los efectos del cambio climático, un fenómeno mucho más amplio y controvertido.
La capa de ozono aún es vulnerable pero las acciones desarrolladas para protegerla benefician indirectamente la solución a otros problemas ambientales. Claro que para avanzar en ese camino se requiere el compromiso de estados, especialmente los de economía más desarrolladas, que suelen ser los más destructores.
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