Paysandú, Lunes 22 de Septiembre de 2008

La voz del público

Locales | 21 Sep La inquietud
continental por Bolivia
La reciente cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), en la que se analizó la crisis boliviana y en la que también se contó con la presencia del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), respondió a una convocatoria de la mandataria chilena Michelle Bachelet, preocupada por el cariz que han cobrado los acontecimientos en el país del altiplano y sobre todo con el objetivo de enviar un claro mensaje de que no hay tolerancia en la región para que surjan regímenes tiránicos violatorios del orden institucional y democrático. La inquietud la tenemos todos quienes desde siempre asumimos que las instituciones democráticas son la garantía de la vigencia del estado de derecho, y que cuando se conculcan las libertades, esgrimiendo muchas veces argumentos de interés nacional y de defensa contra la injerencia extranjera, se ingresa en una espiral de desenlace imprevisible, con los ciudadanos como las seguras víctimas de la vigencia del imperio de la fuerza. Dejando de lado el estilo irónico de su opinión, le digo que por fin América del Sur está despertando de su larga siesta. Acá no se trata si Chávez es socialista o militarista, etc.
Lo importante es que nuestros países se están dando cuenta que si no se valen por sí mismos nunca van a poder progresar en el supuesto derrame de bienestar. Estados Unidos siempre nos vendió su «libertad» antiestatista pero en la práctica es el más estatista del mundo cuando en su constitución figura que puede ejercer ese poder cuando existe «estado de guerra», o cuando debe salvar sus industrias del ’30, o los bancos y aseguradoras del ’08. O casualidad siempre condicionada a sus intereses de su patio trasero, que sus «productos» nunca sean superados compe titivamente al de ellos y preferentemente que sea materias primas nuestros productos. Y nosotros seguimos viendo siempre la misma película que ellos nos envían. Nuestras limitaciones e indiosicracia son las mismas que cualquier americano (de EE. UU.), así que no veo razón para no practicarla para nuestros intereses. Tampoco sería conveniente que nos arrimáramos al MCE, pues ellos tampoco se quedarían atrás, nada nos regalarán si no tenemos que pagarlo con creces. Nosotros siempre estamos un paso atrás de los planes de los del hemisferio norte, en todos sus colegios ya estudian la región amazónica como si les perteneciera (con la excusa de razones «ecológicas»), y ahora introdujeron el fantasma de la droga, etcétera y etcétera, ya no les importa el «·fantasma del comunismo» o algo parecido, pues el argumento mundial del «cuco soviético» ya perdió vigencia, y si recordamos un poco, la revolución rusa fue financiada íntegramente por la banca americana. Lo que pasa en Bolivia es terrible, y no se puede ser tibio en ningún sentido, ya desde su nacimiento es un país manoseado por varios intereses y casualmente es el territorio potencialmente más rico de América del Sur.
Se le quitó la salida al mar, se le inventó una guerra con Paraguay, se le «obligó» a ser aliada incondicional de EE.UU. en la 2ª Guerra Mundial (no gozó de neutralidad como Argentina y Uruguay), pues sus reservas en minerales estratégicos para la industria bélica (acero inoxidable) en ese momento solo la podía obtener en la isla de Cuba y en Bolivia, y se estaba aún muy verde para la explotación en la plataforma submarina de las costas continentales que hoy se puede hacer económicamente rentable. (Tal vez se explique la tozudez del Che en llevar la revolución a Bolivia). Con Bolivia se podría hacer un paralelismo con la India, pues esta también, vaya casualidad, es el país potencialmente más rico de Asia. Para lograr su independencia se la dividió en dos territorios, y se fomentó una división de castas en su población a fin de someterla en la mayor pobreza poblacional en compartimientos estancos.
En Bolivia aún hoy existen divisiones en «castas»: los blancos, los mestizos, y varias categorías de indios, hasta hace muy poco separados en grupos, y que no podía usar las veredas para caminar, debían hacerlo por la calle.
Creo que lo mejor que le está ocurriendo a nuestra «Abia Yala», es contar con un presidente democráticamente elegido en Bolivia, y de que sea indígena ya es una curiosidad más. Celebro su serenidad y su inteligencia, para algunos intuitiva, para otros es un claro exponente de la filosofía aymará, que hasta ahora va en mi admiración creciente, y mis mejores deseos para la naciente Unasur, y  que pueda resolver sus entuertos sin otra ayuda que la propia.
Alejandro Tempesta


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