Opinion | 20 Sep Es una buena noticia el anuncio del presidente del Directorio de UTE, Beno Ruchansky, respecto a que en unas dos semanas se levantarán todas las restricciones al uso de energía eléctrica, instrumentadas a partir de insuficiencia de generación por falta de agua en los embalses.
En fuentes del gobierno en su momento se manifestó satisfacción por la colaboración de la población en el ahorro de electricidad, aunque el problema mayor se registró en el sector de los organismos del Estado.
Sin dudas hubiera sido un aporte significativo el contar con las prometidas lámparas de bajo consumo a distribuirse con las facturas. Estos focos permitirán abatir el consumo domiciliario, pero indudablemente hubieran sido muy útiles en oportunidad de la crisis, desde que el ahorro se presenta crítico en los usuarios de UTE no por falta de voluntad, sino que precisamente el elevado costo de la electricidad tiene alto impacto en la economía hogareña, y por lo tanto cada familia hace rato que ha reducido al máximo el consumo para poder cumplir con el pago de la factura a fin de mes. Este es el factor de mayor incidencia, y si no se ha logrado más es precisamente porque se está en el núcleo rígido en cuanto al encendido de lamparillas y uso de electrodomésticos.
Y ya que hablamos de costos, la expectativa está centrada ahora por el ciudadano común, más que en no tener restricciones para el consumo, en que el ente rebaje las tarifas que aumentó significativamente debido a los altos precios del petróleo y el uso de las centrales térmicas.
Esta reducción se haría a partir de enero, lo que parece un período excesivo, sobre todo si tenemos en cuenta que podría darse nuevamente un incremento del petróleo para entonces, y quedar en la nada el anuncio de la rebaja.