Locales | 22 Sep En su disertación ante la Junta Departamental la profesora María Julia Burgueño refirió a la creación de la Junta de Montevideo -21 de setiembre de 1808- la que concentró la incipiente inquietud de soberanía para ejemplo del resto de América y hasta ofició en ese momento histórico como defensa del rey de España ante un virrey inclinado hacia los intereses de Francia. El pueblo se acerca al Cabildo, planta la idea e intención de soberanía «pero los cabildantes siguen siendo fieles a la Corona española».
Aclaró que su intención era «transmitir algunas ideas que me parecen relevantes y de interés para analizar y reflexionar, lo que pongo –por supuesto- a la consideración para la discusión. Distintos historiadores han abordado este tema, desde los que podemos considerar ‘los clásicos’, nuestros referentes, como Francisco Bauzá en su obra ‘Historia de la dominación española en el Río de la Plata’ o Pablo Blanco Acevedo en su obra ‘El gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la nacionalidad’, cuya primera edición es de 1929 y sigue siendo tan pertinente consultarlo. Pero no puedo dejar de mencionar a Juan Pivel Devoto, historiador sanducero y además tuve el enorme privilegio de que fuera mi profesor de Historia Nacional en el Instituto de Profesores ‘Artigas’».
«Pivel Devoto, en diversas obras, tanto ‘Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811’ o más precisamente sobre la misma Junta Gubernativa de 1808, trata este tema. Pero también los historiadores de este tiempo, como es el caso de la profesora Ana Freda que en una de sus últimas obras ‘Pueblos y soberanía de la Revolución Artiguista’, menciona la formación de la Junta Gobernativa de Montevideo de 1808 como ‘un antecedente’ que detalla ampliamente en uno de sus capítulos, porque dice ‘es una aproximación a la acción de soberanía particular de los pueblos’».
hipÓtesis y argumentos
La profesora Burgueño no hizo un relato de los hechos ya historiados, sino refirió a «hipótesis y argumentos de este hecho que tiene como eje cronológico a los inicios del siglo XIX, por lo que hablamos del Uruguay colonial o también llamado de la dominación española del Río de la Plata. Es decir, ‘la Banda Oriental, pradera, frontera y puerto’ que denominaron con tanto acierto los historiadores Reyes Abadie, Bruschera y Melogno y que hoy todos reconocemos como el mejor título para este período».
Estas tierras sin provecho, gobernadas por el Virreinato del Río de la Plata cuya capital era Buenos Aires, «estaban divididas en tres jurisdicciones administrativas que hacía que su gobierno –no solo su administración- fuera tan diferente: Montevideo por un lado, los territorios gobernados por Buenos Aires en lo que hoy sería el centro de nuestra República y la gobernación de Yapeyú a la que pertenecía Paysandú».
«O sea un territorio pequeño administrado por tres gobiernos diferentes, elemento fundamental para entender la formación de la Junta de Montevideo de 1808. Pero también para entender por qué nuestra revolución se originó desde la campaña».
la fuerza social
Más adelante citó palabras de Pivel Devoto cuando dice «las instituciones gravitan en la formación de un pueblo por el poder de la autoridad que representan y por su fuerza social. Durante la época colonial, en la Banda Oriental, podrá haber ejercido el virrey su autoridad política y militar, pero es evidente que no se percibe su influencia social. El que tenía entonces el poder social era el Cabildo, una institución que merece un estudio particular. Con poder social indiscutible los cabildos de la Banda Oriental y en particular el de Montevideo, se caracterizaron por una definida tendencia localista y ésta fue la actitud tomada el 21 de setiembre de 1808: defender lo que los montevideanos entendían que era de justicia. Surge entonces con esta actitud lo que Pivel expresa como ‘una fuerza nueva, el personalismo’ y aquí es Javier de Elío el que se constituiría en el caudillo que en 1808 interpretó la voluntad popular». La profesora Burgueño refirió también, entre otros conceptos expresados con su habitual claridad y convicción, que «el propio José Artigas, nieto e hijo de cabildantes, manifestó su respeto por la soberanía particular del Cabildo».