Paysandú, Martes 30 de Septiembre de 2008
Opinion | 28 Sep En los últimos años ha sido clara la introducción de algunos temas preventivos y de información para el autocuidado en las aulas. El tránsito, la prevención del dengue, el aire libre de humo de tabaco, el cólera, ahora la educación sexual y hasta la DGI propuso un plan para instruir a los niños sobre la importancia de pagar impuestos.
Sin embargo, algo siempre postergado es la instrucción en primeros auxilios, conocimiento del cual carecemos la mayoría de los ciudadanos y que podría ser necesario en cualquier momento.
Se definen por tales las medidas terapéuticas urgentes que se aplican a las víctimas de accidentes o enfermedades repentinas hasta disponer de tratamiento especializado. El propósito de los primeros auxilios es aliviar el dolor y la ansiedad del herido o enfermo y evitar el agravamiento de su estado. En casos extremos son necesarios para evitar la muerte hasta que se consigue asistencia médica.
Las urgencias que requieren primeros auxilios con más frecuencia son los accidentes en los que se produce asfixia, infartos cardíacos, sangrados graves, envenenamiento, quemaduras, golpes de calor, desvanecimientos, esguinces, fracturas y mordeduras de animales, entre otros. Sin embargo, la amplia mayoría de la población no sabe qué hacer —o qué no hacer para evitar agravar la situación— si alguien de la familia se ahoga al tragar un alimento, si una persona que camina en la calle sufre un infarto o a un niño se le cae encima una caldera con agua hirviendo.
Los primeros auxilios varían según las necesidades de la víctima y según los conocimientos del socorrista. Saber lo que no se debe hacer es tan importante como saber qué hacer, porque una medida terapéutica mal aplicada puede producir complicaciones graves.
Las ambulancias tardan por lo menos algunos minutos en venir, los nervios del momento o la desesperación pueden traicionarnos y así estaremos perdiendo minutos vitales para salvar una persona.
Quien haya escuchado alguna vez el relato de una situación de emergencia de este tipo sabe que los minutos que tarda en llegar la asistencia especializada pueden ser vitales. Por eso, la formación —o al menos información— en esta materia es una carencia en nuestra formación ciudadana. En algún momento —como podría ser los últimos años de liceo o cuando se tramita la libreta de conducir— deberíamos tener al menos una charla informativa al respecto. No sería tan difícil instrumentarla y sí muy provechoso.
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