Paysandú, Jueves 02 de Octubre de 2008
Opinion | 25 Sep Todo indica que pese al favorable contexto internacional de que ha gozado el país, el próximo gobierno, del signo que sea, no va a poder evitar la instrumentación de un ajuste fiscal, debido al alto nivel de gasto público que va a dejar la actual administración y que resultará prácticamente imposible de financiar ante la tendencia que se está perfilando en el concierto internacional.
Y el problema no radica solamente en el aumento del gasto público en su forma abstracta, sino en su calidad y destino, desde que mientras se han incorporado compromisos salariales y financieros que se presentan rígidos, se apuesta a solventarlo en un albur, con una alta recaudación sostenida, como si ésta dependiera de nosotros mismos y se hubieran desarrollado políticas que permitan un crecimiento sustentable.
Este es precisamente el problema, desde que se justificaría un incremento del gasto si éste estuviera dirigido a solucionar problemas estructurales y apuntara a la generación de condiciones para dar basamento a la actividad económica, pero no hay elementos que así lo indiquen.
El economista Michele Santo, al analizar este tema para el suplemento Economía y Mercado, del diario El País, evalúa que en realidad los resultados fiscales son muy malos, si se tiene en cuenta el ritmo en que ha estado creciendo la economía en un contexto internacional excepcionalmente favorable.
Apuntó que el gobierno se ha gastado todo el notable incremento registrado en la recaudación, lo que va a crear problemas adicionales en 2009, cuando el gasto público aumentará significativamente por los desembolsos previstos en el Presupuesto y en la Rendición de Cuentas, por lo que salvo que se vuelva ya a un contexto externo similar al que gozábamos hasta mediados de este año, es un hecho que el próximo gobierno deberá comenzar con un ajuste fiscal, ya que el nivel de gasto público que va a dejar la actual administración será imposible de financiar.
Lamentablemente, a esta altura lo único que puede llamar la atención sobre este análisis es por qué en el equipo económico no se coincidiría con esta visión y peor aún, se decide sobre la base del supuesto de que la coyuntura internacional se instaló para quedarse, a juzgar por la forma en que continúa actuando y como el ex ministro de Economía y Finanzas Danilo Astori, ha dejado atado el «paquete» de la Rendición de Cuentas, para lanzarse al ruedo como precandidato presidencial de su partido.
No puede soslayarse que el gobierno del Frente Amplio ha sido favorecido con la suerte al tocarle gobernar en este escenario mundial positivo favorable, lo que debe alegrarnos a todos los uruguayos, teniendo en cuenta que si le va bien al gobierno nos va bien a todos.
Pero como no solo se debe vivir el momento, es legítimo y necesario discernir si efectivamente se está evaluando el grado de incertidumbre a que se expone al Uruguay con esta política y sobre todo si se está actuando en una forma que indique que esta posibilidad ha sido tenida en cuenta.
Muy a nuestro pesar, en este aspecto debemos concluir que la respuesta es negativa.
El punto es que estamos ante técnicos que deberían conocer —lo saben, en realidad— el riesgo que se está corriendo al actuar de esta manera, por lo que todo indica que se está siguiendo adelante a conciencia de que las cosas pueden no salir bien y así poner de manifiesto en toda su crudeza las vulnerabilidades del país.
La explicación debe buscarse por lo tanto no por el lado del juicio técnico, desde que estamos ante profesionales de reconocida capacidad, como los hay en todos los partidos, sino por el aspecto político-ideológico-electoral, lo que conlleva un componente que debe evaluarse desde otro contexto: las urgencias electorales inducen a adoptar medidas que traigan aparejado el menor costo político posible.
En suma, ha llegado el período en que se ha abandonado la prudencia fiscal que más o menos signó la primera mitad de este gobierno, para ingresar de lleno en la etapa en que se maneja el gasto público como instrumento de bienestar general, aunque luego la cuenta tengamos que pagarla todos, y las consecuencias resulten mucho peores que las situaciones que se pretendía atender.
Lamentablemente, esta ha sido la constante en nuestro país gobierno tras gobierno, con un carnaval electoral que es pan para hoy y hambre para mañana, lo que indica que pese a los eslóganes y lo que se pregona alternativamente cuando se está en la oposición o el gobierno, los intereses partidarios o sectoriales terminan por imponerse, con el ciudadano invariablemente como el pato de la boda, pese a que se pretenda dorarle la píldora proclamando que todo se hace en su beneficio.
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