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Paysandú, Viernes 03 de Octubre de 2008

Vivir el paso de un huracán, una experiencia para contar

Locales | 28 Sep Sanduceros que residen en la ciudad estadounidense Houston, en el estado de Texas, enfrentaron el paso del huracán Ike. Una experiencia que vivieron, en un comienzo, sin ser demasiado conscientes de la magnitud de los peligros del paso de un huracán.
La llegada de Ike sucedió el día previsto y el ojo del huracán se presentó en las costas de Texas cerca de la Bahía de Galveston. Los sanduceros Mauricio, Andrés, Natalia y Sebastián Pagani Fagúndez, quienes residen en Houston con sus familias y parejas, enfrentaron el paso de este huracán de categoría 2.
«La zona más afectada fue la de Galveston, ahí llegó a categoría 2 e hizo destrozos graves. Acá en Houston mismo se empezó a sentir los vientos sobre las 11 de la noche, como a eso de las 12 empezó a llover y fue incrementándose», dijo a EL TELEGRAFO Andrés Pagani en comunicación telefónica desde Houston, cuarta ciudad estadounidense con 2,2 millones de habitantes.
Relató que muchos prefirieron no abandonar sus hogares por temor a los robos y se arriesgaron quedándose. Otros optaron por mudarse temporalmente a casas de familiares o amigos que residen en lugares más seguros –edificios más bajos en zonas no inundables—. Hubo quienes dejaron sus casas y al regresar se encontraron con la ingrata sorpresa que habían sido robados. En el caso de los Pagani, Mauricio, Natalia y Sebastián decidieron quedarse cada uno en su apartamento, en un mismo complejo, mientras que Andrés se quedó en el suyo, acompañado por su novia y familiares de ésta, en otra zona.
Su primer huracán
En los primeros momentos Ike brindó un espectáculo especial que disfrutaron desde un balcón. «De a rato se sentían unas ráfagas de viento, que corrimos hacia adentro porque parecía que se iba a volar todo. Se sentía claramente cómo el viento destrozaba los techos de los estacionamientos y arrancaba ramas de árboles», relató Andrés.
Para los sanduceros fue una experiencia nueva y no eran demasiado conscientes de la situación. «Uno lo espera ansioso por decir: ‘vamos a vivir un huracán’. Pero cuando está pasando, siente la adrenalina de que salga algo volando. Estábamos expectantes de que volara un techo, volara una rama o cayera un árbol. Sinceramente, no podías salir porque te llevaba el viento», afirmó.
El fotógrafo recordó que en 2005 se esperó el pasaje del huracán Rita, de categoría 3, pero se desvió y cruzó entre Texas y Luisiana. En Houston solamente pareció viento. «Pero la experiencia de Ike fue distinta, el viento fue fuerte y nos asustamos mucho», dijo.
Sin luz y pocos víveres
En los pueblos de Texas, los apagones empezaron a afectarlos, dejando a más de 3 millones de personas sin energía eléctrica. Al día siguiente, alrededor de 4,5 millones de personas estaban sin energía eléctrica en el área del Gran Houston. Tampoco había comunicaciones.
Por vivir en un complejo de apartamentos sobre una avenida principal, Andrés estuvo pocas horas sin energía eléctrica. Sin embargo, sus hermanos estuvieron casi dos días sin electricidad. «Sí estuvimos sin agua más tiempo, e incluso por el calor optamos por bañarnos en la piscina del complejo, con jabón y champú», relató entre risas.
Luego del paso del huracán, hubo falta de algunos alimentos –especialmente frescos— y combustible. Indicó que «la mayoría de los negocios no tienen generadores para soportar estar sin energía.
Lo que se podían conseguir eran cosas enlatadas. Nosotros fuimos el domingo a una tienda grande, y lo único que conseguimos fueron enlatados, fideos, sodas, pero no conseguimos agua. Pero después que fue restableciéndose la luz, comenzaron a reponer productos en las tiendas grandes».
Por una cuestión de comodidad, Andrés evitó la escasez de alimentos: «Nosotros felizmente, habíamos hecho un surtido de cerca de 500 dólares, para no tener que estar saliendo a comprar. Compramos carne congelada y muchas cosas congelamos, y eso nos sirvió.
La hemos pasado normal, pero además porque estuvimos solo tres horas sin luz».
Lo que sí no pudieron evitar fue la escasez de combustibles. «Falta el combustible. Pero más allá de que falte, el galón cuesta regularmente, 3,50 dólares. Aunque en los lugares donde más destrozó el huracán la estaban vendiendo a 9,99 el galón. Acá para echar gasolina fueron una o dos cuadras de cola, prácticamente una hora para llenar el tanque. Eran pocas las gasolineras que tenían combustibles y luz, porque había algunas que tenían combustible pero no luz», dijo Andrés.
Durante la semana siguiente al huracán, hubo toque de queda en Houston, por lo que los habitantes debían permanecer en sus casas entre las 21 y las 6.


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