Paysandú, Domingo 05 de Octubre de 2008

Polos productivos en el interior

Opinion | 03 Oct La reciente inauguración de la planta de empaque de arándanos de Midgold S.A., en la zona de Chapicuy, se enmarca en un proceso beneficioso para nuestro interior profundo, que se ha ido despoblando con el paso de las décadas debido a la falta de oportunidades de trabajo, sobre todo para los jóvenes, pero también por la falta de acceso a una calidad de vida que ofrecen, por lo menos en apariencia, los centros urbanos, hasta que la cruda realidad la mayoría de las veces desmiente esta creencia.
En el caso de esta iniciativa, se ha conjugado el espíritu emprendedor de varios profesionales y empresarios locales, junto a inversores del exterior, que han apostado al potencial productivo nacional, al punto de volcar en esa zona un capital estimado en los siete millones y medio de dólares, a partir de la implantación de más de cien hectáreas de la baya, para su exportación en contraestación a mercados como Estados Unidos y Europa. Ocurre que en un mundo globalizado que no ofrece certidumbres, el desafío consiste en detectar las oportunidades, conjugar ventajas comparativas, tecnología, capital y acceso a los mercados, para llegar con el producto al lugar donde pagan los mejores precios en el momento oportuno. Este es el caso de los arándanos o blueberry, una baya que es casi desconocida por el consumidor común en el Uruguay e incluso en gran parte del Cono Sur, pero que es muy requerida en el Hemisferio Norte, sobre todo cuando se termina la producción de estación y el consumidor paga los mejores precios.
No estamos ante un invento nuestro, sino que desde hace ya varios años los chilenos y luego los argentinos, han detectado las posibilidades de estos nichos de mercado y producen con este objetivo, pero en volúmenes todavía marcadamente insuficientes para satisfacer la demanda coyuntural de un período que se inicia este mes de octubre y que se extiende hasta marzo-abril.
El mérito de los inversores radica, empero, en haber establecido que pese a que las primeras plantaciones se han radicado en el Sur, del país, las mejores tierras y clima para el desarrollo del arándano se dan en el Litoral Norte, lo que explica que actualmente Paysandú sea el departamento con mayor superficie sembrada del país, donde se han superado las 700 hectáreas , con un avance incesante que va de la mano con la investigación para las mejoras genéticas dirigidas a la adaptación de variedades a nuestro suelo y condiciones climáticas.
Pero tan o más importante que la proyección en el comercio exterior, donde las ventas crecen explosivamente y el año pasado llegaron a los 12 millones de dólares, resulta la repercusión socioeconómica en el medio rural, al ocupar mano de obra que ha estado tradicionalmente desocupada, sobre todo la femenina, y de esta forma contribuir a una mejora sustancial en los ingresos del núcleo familiar de miles de personas radicadas en extensas áreas.
El caso de Chapicuy es muy significativo, al punto que en pocos años la localidad se ha transformado, ha aumentado su población, cuenta con un complejo de viviendas de Mevir, varios comercios y servicios diversos, y se perfila como otro polo de desarrollo en el interior sanducero.
A su tradición agrícola, Chapicuy agrega ahora su proyección como zona de producción frutícola en expansión, desde que a las explotaciones de cítricos se agregan las de arándanos, en carácter complementario. El desfasaje entre las zafras de ambas implantaciones permite que los zafreros puedan emplearse durante casi todo el año alternativamente en uno y otro rubro, lo que genera ingresos estables en lugares en los que los puestos de empleo hasta hace pocos años se contaban con los dedos. Y como ocurre en localidades como Piedras Coloradas y Orgoroso, en estos casos debido al efecto multiplicador de la forestación, en Chapicuy prácticamente tampoco hay desempleo, y se genera así un círculo virtuoso que incluye mejora de ingresos de la familia, una mayor demanda en el consumo que es atendida por el comercio y los servicios ya existentes y la incorporación gradual de infraestructura que canaliza la circulación de dinero en la zona, con beneficios para todos al promover una mejor calidad de vida.
Por estos parámetros pasa la respuesta que necesita nuestro interior profundo, siempre olvidado a la hora de las decisiones políticas pero que reafirma una y otra vez, en cada desafío, su potencial como palanca de desarrollo del país.


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